Capítulo 67. Christian Grey

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Luke llamó, su hijo está de vuelta.

Carajo, ¿Tan pronto? ¿Cómo es que ya pasaron tres años? Mierda. No estoy listo para entregar a mi hijita.

Entramos al Sea-Tac y nos dirigimos a la sala de espera para los viajeros, y lo primero que veo es que Ted y el maldito Abernathy están aquí cuando se supone que deberían estar patrullando.

Mi hijo levanta la barbilla en un saludo de reconocimiento y el rubio agita su mano en nuestra dirección. Ana se ríe.

—Jason parece muy feliz de conocer a Jamie. —luego mi mujer señala a la familia reunida junto a la puerta—. ¡Mira! Ahí están Becca y Luke.

Camino detrás de mi esposa, gruñendo para que solo ella escuche.

—Cerecita, ¿Que carajos estamos haciendo aquí? Este es asunto de los Sawyer.

Ella se detiene y me mira.

—Y te recuerdo que los Sawyer son nuestros amigos, y próximamente también familia.

—Carajo, como si necesitara un jodido recordatorio.

Ana me ignora y sigue caminando hasta encontrarse con Rebecca, se abrazan y festejan la llegada del jodido chico. También abraza a las hijas de Luke mientras él se me acerca.

—Estoy tan feliz por ver a Jamie. —sus ojos brillan—. ¿No estás emocionado?

No.

—Es tu chico, Luke. Lo hizo bien. —ofrezco.

Cómo nadie sabe en qué vuelo viene ni desde donde, miramos los monitores con atención y luego las puertas. Giro para buscar a Harry, que venía detrás de mí con la nariz metida en un videojuego, pero a quien veo es a mi hija.

Ella y su amiga de la escuela se acercan, Phoebe con una gran sonrisa y las mejillas rojas.

—Hija... —le doy un abrazo rápido y beso su cabeza húmeda de la ducha—. ¿Qué tal fue su pijamada anoche?

La mirada de Phoebe se desvía a su amiga y la chica morena asiente, balbuceando.

—Si, bueno, bien. —dice mirando a Phoebe y ella frunce las cejas—. Todo bien, señor Grey.

—Me alegro.

Phoebe mantiene la cabeza baja sin siquiera mirar a alguno de sus hermanos o al jodido intruso que nos acompaña. Tal vez es mi imaginación pero todos están actuando extraño.

Leila, Ethan y su hijo también llegan, ofreciendo abrazos a los Sawyer y miradas incómodas a Abernathy. Luego las señoras se reúnen a un lado para una charla de actualización.

Las conversaciones se detienen cuando las puertas corredizas se abren y algunas personas comienzan a salir. De entre todas ellas, distingo a dos chicos altos con uniforme militar que se acercan.

Uno es sin duda James Sawyer, más alto y musculoso de lo que recuerdo, pero la maldita mirada de determinación en su rostro no me gusta.

—¡Jamie! —Luke es el primero en gritar y lanzarse hacia él.

Lo aprieta contra su pecho, le revuelve el cabello y se aparta para mirarlo, momento que aprovecha Rebecca y las pelirojas para abrazarlo también. El chico a su lado sonríe de oreja a oreja.

—Papá, mamá, este es mi amigo Reynolds.

El chico de los ojos oscuros hace una reverencia exagerada hacia la esposa de Luke, luego hacia las chicas. Toma la mano de una de ellas e intenta besarme el dorso.

—Oh, no. Ni lo pienses. —la chica retira la mano—. Necesito al menos una copa.

Luke frunce las cejas y gira la cabeza con molestia. Ese momento es aprovechado por las mujeres para acercarse a saludar a ambos chicos y a mí me causa curiosidad que Phoebe luzca tan tranquila cuando prácticamente ha llorado por el maldito chico los últimos tres años.

Finalmente mi hija se acerca a él lentamente, luego se lanza a sus brazos y solloza como sabría que lo haría. El hijo de Luke la levanta en sus brazos y le acaricia la espalda arriba y abajo.

Después de un largo momento la pone sobre sus pies y él la mira, lentamente su rodilla derecha baja hasta el suelo.

—¡Maldita sea! —grito cuando tengo claras sus intenciones.

Todos los demás contienen la respiración mientras yo veo el puto rojo por todos lados.

—¡Más te vale que esto no sea lo que creo que es! —gruño y Luke gira para pegarme en el abdomen.

—¡Solo cállate, Christian! No me dejas escuchar.

Nuestras esposas ponen los ojos en blanco, pero nada de eso me importa. Estoy siendo testigo de como mi dulce niña está siendo arrancada de mis brazos.

—Phoebe, nena. —el maldito Sawyer me ignora—. He esperado tanto tiempo este momento en el que somos libres de estar juntos. Quiero que sepas que lo único que he querido estos tres años es volver a casa contigo. —ay, mierda. Se mete la mano al bolsillo delantero y saca una cajita en color negro—. No voy a preguntar, porque creo que dejamos claras nuestras intenciones desde el principio.

El chico levanta el anillo para deslizarlo en la pequeña mano de mi nena sin siquiera pedir mi permiso, pero ella se adelanta y encoge los dedos de su mano. El chico Sawyer está tan desconcertado como el resto de nosotros.

—¿Phoebe?

Veo a mi hija ponerse de rodillas para estar a la misma altura que él sin soltar su mano. Todo el jodido aeropuerto parece haberse detenido para mirar.

—Jamie nene, te quiero mucho. Y todos saben que he esperado mucho por ti. —ninguno de ellos nos mira contener el aliento—. Pero tengo que aceptar que tienen razón en algo, y es el hecho de que no te di ninguna opción. —la voz de mi hija suena baja y temerosa—. Por eso es que quiero preguntártelo en este momento. ¿Estás seguro? Porque podemos esperar un tiempo y hablarlo con calma.

Phoebe deja de hablar y yo quiero gritar de felicidad porque mi pequeña y dulce niña está dando un paso atrás al asunto con el chico Sawyer. Podría jurar que él luce más pálido que de costumbre.

—Estoy seguro, Phoebe. Y esta vez soy yo quien no te dará ninguna opción.

Jodida mierda, la pesadilla no se acaba. Pero al menos Phoebe sonríe y vuelve a estirar los dedos de su mano izquierda.

—Una vez que deslices ese anillo en mi dedo, estarás atado a mi hasta el final de tus días, James.

El chico sonríe y se apresura a empujarlo.

—Mierda, si.

Con el anillo en su lugar, se abrazan y se besan arrodillados en el piso mientras todos los presentes aplauden y lanzan jodidos vítores. De nueva cuenta todos se acercan a felicitarlos por el compromiso.

Soy el único que se resiste a aceptarlo.

—¿Papá? —Phoebe me llama sin soltar al maldito chico roba hijas.

Me acerco a ellos y beso la cabeza castaña de mi única hija.

—No estoy listo para verte crecer, Phoebe. A mis ojos siempre serás mi pequeña bebé.

—Lo sé. —se aparta para que Jamie se acerque.

—Todavía quiero charlar contigo sobre no pedir mi maldito permiso.

Esperaba que el chico se asustara, pero el hombre que eligió mi hija no parece ser un cobarde.

—Cuando diga, señor.

Estira la mano para que yo la estreche, y debe estar tan nervioso que el sudor le escurre por la frente y el cuello desde el cabello.

Un momento.

Un maldito momento.

La ira burbujea en mis tripas ante la idea que se forma en mi mente.

¡Maldito jodido chico Sawyer!

—¿Tuviste tiempo de tomar una ducha en el avión? —le digo y su brazo se tensa en nuestro apretón—. Porque chico, jamás olvides que soy el puto jefe de detectives de esta ciudad. Y ahora tu también estás bajo mi jurisdicción.

Los ojos de Phoebe se abren y permanece callada mientras las conversaciones a nuestro alrededor se detienen.

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Nosotros (Mío #5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora