Capítulo 89. Marcela Sawyer

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—¡Ay, por Dios! —mamá se levanta de un salto, empujando su silla hacia atrás—. ¿Le dispararon a Jamie?

¿Qué?

Mamá se pone pálida con lo que sea que papá le dice, luego rebusca las llaves de su camioneta entre los papeles de la auditoría con manos temblorosas.

—¿Espera, qué? Si, voy para allá. —su voz se quiebra ligeramente—. Luke, no dejes solo a nuestro niño.

Niño.

El chico acaba de casarse, por Dios. Evito poner los ojos en blanco a mi madre, y en lugar de eso me acerco a tomar las llaves de la gaveta detrás de ella.

—Vamos, yo conduzco.

Ambas salimos de la oficina, le avisa a la gerente Natalie y subimos a su camioneta. El hospital está a pocos kilómetros, pero siento la tensión irradiar de mi madre en oleadas.

Estiro mi mano para tocar las suyas en su regazo.

—Estará bien, Jamie es un chico fuerte, ¿Recuerdas?

Ella asiente pero no se calma.

—Se supone que dejó el peligro atrás, que estaría a salvo en casa. —me mira con los ojos llenos de lágrimas—. De alguna forma se las arreglaron ambos para salir heridos.

—¿Ambos?

—Si. Greg y Jamie detuvieron a unos ladrones en el banco y terminaron heridos.

Oh, Dios.

Una imagen de Greg sonriente aparece en mi mente, de la última vez que nos vimos en la boda de Jamie y Phoebe. Fue muy amable de su parte llevarme a casa en un taxi porque estaba ligeramente pasada de copas.

Creí que intentaría aprovecharse como la mayoría de los cabrones que he conocido, pero en lugar de eso me besó y volvió a subirse al auto.

Es un chico extraño.

Estaciono a unas calles de distancia, siguiendo a mamá mientras prácticamente trota en sus botas de tacón hasta la sala de urgencias. El hombre en el auto patrulla apostado en la entrada asiente cuando pasamos.

Quiero hacer algo más para tranquilizarla, pero sé que nada lo hará hasta que vea con sus propios ojos a Jamie. Y lo encontramos sobre una camilla, rodeado de la mitad del departamento de Policía de Seattle, voces escuchándose por todos lados.

—Esto se está volviendo una costumbre. —dice el señor Kavanagh.

—¿Qué? ¿Un Sawyer recibiendo un tiro? —el señor Grey se ríe.

Su esposa le golpea el abdomen con la mano.

—Preferiría que esta tradición terminara con ustedes. —frunce los labios—. No quiero ver a mi hija preocupada.

Mamá se abre paso entre ellos para ir directo a mi hermano pequeño.

—¡Jamie! Cariño, ¿Estás bien? ¿Qué pasó? —le toca la cabeza y la cara hasta que él gruñe.

—Estoy bien, mamá. Viviré. —le sujeta las manos y se las besa para que deje de temblar—. Al menos no fue Phoebe quien me disparó.

Sé que mi hermano intenta ser gracioso, pero cuando mi pequeña cuñada levanta la cabeza desde el otro lado de la cama de Jamie, sus ojos rojos de llanto le quitan diversión al asunto.

—Cállate, nene. Jamás digas eso de nuevo. —la veo tragar el nudo en su garganta—. A partir de hoy llevas chaleco antibalas a cada maldito trabajo al que vayas. —otro nudo, su mirada se desvía al fondo de la habitación—. Ambos lo harán.

¿Ambos? Sigo su mirada y encuentro a Greg recargado ahí detrás de todos los demás, con la camiseta medio rota y un vendaje en el brazo.

—Estoy bien, señora Sawyer. Tan bien que podría necesitar un cigarrillo.

El hombre debe cargarlos todo el tiempo, porque se inclina para alcanzar un bolsillo de sus pantalones cargo negros y saca una cajetilla. Se pone el cigarrillo en los labios sin encenderlo.

—Estaré afuera.

Gira sobre sus pies y sale, incluso cuando Phoebe comienza a gritar:

—No te han dado la alta, Greg. ¿Greg? ¡Reynolds!

Como nadie le presta atención mientras sale, decido que debería asegurarme que él de verdad está bien... y conseguir un cigarrillo en el proceso.

Está de pie en el estacionamiento cuando lo alcanzo, el encendedor a punto de tocar el cigarrillo.

—¿Quieres compartir?

Sus cejas de arquean con diversión, deja extinguir el fuego y toma el cigarrillo entre sus dedos.

—Lo que es mío es tuyo, nena.

Caliente.

Levanta la mano y lo pone en mis labios antes de encenderlo. Doy una profunda calada para regresárselo.

—¿Seguro que deberías estar aquí? No soy doctor ni nada, pero creo que las reglas dicen que te quedes ahí hasta que ellos digan.

Greg se ríe.

—¿Desde cuándo te importan tanto las reglas, Marcie? —inhala el apestoso humo—. ¿Es por eso que no te permites salir con alguien menor que tú?

El tono de su voz no me gusta.

—He salido con chicos menores porque son divertidos para pasar el rato. Pero para salir en serio quiero un hombre maduro. Y eso no viene con la edad, imbécil.

Giro sobre mis talones para volver al hospital cuando escucho sus pasos apresurados, luego me sujeta del codo.

—Me dispararon, nena. —su voz baja y me mira con ojos de cachorro.

—Tal vez lo merecías. —sacudo el brazo—. Solo intentaba ser amable.

Levanto la barbilla y camino de vuelta al hospital, recordando que estoy aquí por mi hermano.

—¡Marcie! —me grita—. Puedo demostrarte madurez si dejas tu orgullo fuera.

Sin detenerme o mirarlo, levanto el dedo medio para que tenga una idea de lo que puede hacer con sus decisiones, pero siento un peso dentro de mi pecho.

No es la primera vez que me acusan de ser demasiado orgullosa, y sé que probablemente lo aprendí de papá. Me hizo autosuficiente y confiada, pero solitaria.

Doy la vuelta al pasillo y me recargo en la pared, permitiéndome un solo minuto de vulnerabilidad. Maddie es mucho más tranquila y parece feliz con su vida. También soy feliz, aunque mucho más solitaria.

¡Mi hermanito menor se casó, por dios! Es cuestión de tiempo para que mi hermana también lo haga, mientras yo me quedo en casa y heredo el bar de mamá.

Deprimente.

Pero el minuto de la autocompasión se terminó, así que arreglo mi cabello y mis ojos antes de volver a caminar por el pasillo. Un enfermero sale de la sala que está junto a la de Jamie.

—Sexy. —le guiño un ojo y él sonríe—. Tal vez también haga que me disparen...

Y estoy completamente segura que lo merecería.

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itsmonicaortiz ¡Muchas felicidades, hermosa! Te mando un abrazo y muchas buenas vibras 🙌✨

💙✨

Nosotros (Mío #5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora