Tal vez estoy ovulando o algo así, porque el beso de Reynolds lo siento en la parte baja de mi abdomen y directamente entre mis piernas.
Carajo, el chico sabe besar.
Me aparto y suspiro antes de tomar su mano.
—Ven conmigo.
No espero a que responda, lo arrastro detrás de mi hasta la oficina de mamá y cierro la puerta de una patada. En lugar de explicar lo que ocurre, lo empujo al borde del escritorio y lo acorralo con mi cuerpo.
—Es todo, me rindo. Quiero lamerte completo y tener al menos un orgasmo alucinante.
Los mujeriegos como él tienen mucha experiencia en complacer a una mujer, y estoy dispuesta a aprovecharla toda en mi beneficio. Cómo una mujer experimentada, tengo muchas maneras de volverlo loco.
—¿Qué? —sus cejas oscuras se arquean—. ¿Lamerme? Mierda.
Dirijo la mirada a sus pantalones cargo negros y al bulto que crece en su entrepierna. Presiono mi mano contra él, arriba y abajo.
—Venga, chico. Quítate los pantalones... —me acerco a su cuello y saco la lengua para lamer su pulso —. Me estorban.
Reynolds gime fuerte, no sé si por lo que digo o por la forma en que lo froto por encima de la ropa.
—Carajo, Marcie. Me vas a hacer venir demasiado pronto.
Tiene razón. Aparto la mano y tomo la suya para que sea él quien me toque, llevándola hasta mis tetas. La ajustada camisa del uniforme se estira.
—Menos charla y más acción, chico. Quítate la ropa para que pueda montarte como a mi propio semental.
—Mierda. —sus orejas se tornan rojas—. No sé que hice para merecer esto, pero gracias Dios.
Pongo los ojos en blanco mientras me saco la camiseta por encima de la cabeza.
—Debe ser tu día de suerte, y el hecho de que Jamie me dió permiso para coger contigo.
Tal vez es lo que necesitamos para sacarnos de nuestros sistemas. Después de tener sexo, seguramente pasará a la siguiente chica y es mejor saberlo ahora.
—¿Qué? —me empuja para que me aparte—. Nena, no necesito el permiso de Jamie para hacer lo que quiero hacer. ¿Estás haciendo esto porque soy sexo fácil o porque estás lista para tomarme en serio?
Carajo, lo tomaré de la forma en que me permita... Arriba, abajo, por detrás...
—¡Marcie! ¿Me estás escuchando?
Sacudo la cabeza porque, mierda, el chico me alborota las hormonas.
—¿Por qué tienes que complicarlo todo? ¿No puede ser solo sexo y ya? —me quejo—. Estoy segura de que los mujeriegos no se encariñan con sus ligues.
Reynolds frunce las cejas y tuerce la boca con molestia.
—Ya te lo dije, Marcela. No te quiero para algo temporal, quiero la oportunidad de ser algo para ti.
Ay, mierda. Mi excitación disminuye lo suficiente como para prestar atención a lo que dice. Quiero arriesgarme con él como dijo Jamie, pero muchos hombres mienten solo para entrar en tus bragas.
Reynolds podría no ser una excepción.
Su actitud después de esto me dirá lo que necesito saber y habré tenido sexo caliente con el chico caramelo. Es una victoria para mí.
—¿Por qué? ¿Por qué no puedes solo disfrutar el momento?
Él frunce las cejas y lo próximo que sé es que me está empujando sobre el escritorio de mamá, recostándome sobre las hojas que intentaba revisar. Dejo de pensar en ello cuando me jalonea las botas y los jeans.
—Sujétate fuerte, nena. No quiero que te caigas y te rompas el cuello. —dice, pero no hay sonrisa ni tono bromista.
Parece tan concentrado como un hombre con una misión.
Gracias a Dios que mis bragas y sostén combinan, aunque dudo que le preste atención a ese detalle.
—Greg, ¿Qué se supone que...? —las palabras mueren en mi lengua cuando la suya me toca por encima del algodón de las bragas.
Mierda, seguro puede ver la mancha húmeda de mi excitación. Usa la punta de la lengua para tocarme como si me estuviera cogiendo con ella.
—Oh, eso es tan caliente.
Suspiro, relajando los músculos y deseando que siga. Él lo hace, empujando mis bragas a un lado y aplanando la lengua sobre mi botón sensible como si fuera un maldito caramelo.
—¡Oh, carajo! —mis manos suben para amasar mis tetas—. Eso es, Greg. Lo haces perfecto.
Gruñe sin apartar la lengua de mi, y lo siento arrodillarse antes de que sus manos grandes sujeten mis piernas más abiertas.
—Mierda, si, dame más. Eres tan bueno. —llevo una mano hacia abajo y presiono su cabeza contra mi—. Ah, no sabes cuánto he esperado por esto.
Él sigue chupando y mordiendo como un hombre hambriento, provocando más humedad y calor por todo mi cuerpo. Suelto un gemido tan fuerte que estoy segura que se escuchó hasta el bar.
—¡Greg, si! Hazme venir, nene. Voy a explotar por ti.
Necesito verlo en acción para poder reproducir esta imagen en mi mente una y otra vez, me ayudará muchísimo en los días de estrés e insomnio. Me empujo sobre mis codos para mirarlo.
—Si, que delicia. —sus dedos se clavan en mis muslos y empuja más fuerte—. Ah, me encanta cómo lo haces.
Debe haberlo tomado como un reto porque me lame más rápido, más fuerte y mi cuerpo se llena de calor y placer en un estallido tan fuerte que me estremece.
—¡Oh, Reynolds! ¡Si! —chillo, mi voz más aguda de lo normal.
El hombre tiene talento para esto.
Cierro los ojos para disfrutar lo último del placer, esperando que se ponga de pie y se meta entre mis piernas, pero en lugar de eso me acomoda las bragas en su lugar.
¿Qué?
—¿Qué carajos crees que haces? —me quejo—. No hemos terminado.
Me dirige una sonrisa ladeada.
—Terminaste, Marcie. —me besa la rodilla antes de ponerse de pie—. Si quieres que lo llevemos hasta el final, tengo algunas condiciones.
¿Qué carajos?
El placer que sentí hace unos segundos es reemplazado por furia.
—¿Condiciones? ¿De qué carajos estás hablando?
Lo veo ajustarse la erección sobre el pantalón y sonríe.
—¿Quieres que tengamos sexo? Bien, estoy de acuerdo. —me agarra un mechón del cabello y lo alisa entre sus dedos—. Pero primero quiero tener una cita.
Mi boca cuelga abierta de incredulidad porque estoy segura de que no es así como funciona el sexo casual, el chico debe estar más trastornado de lo que creí.
—Debes estar bromeando.
—No, nena. —retrocede un paso—. Hazme saber cuándo y dónde. Luego te haré llegar a la maldita vía láctea con mi pene.
Gimo de frustración mientras él sale de la oficina y me deja ahí, planeando una cita porque lo que dijo sonó tan caliente que sé que voy a hacerlo realidad.
—Mierda.
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Nosotros (Mío #5)
FanfictionQuinto libro de la serie Mío. Aquí encontrarás las historias de los hijos de nuestros policías favoritos.