45. T h e E n d

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En la mañana del día siguiente, las cosas parecían estar mejor que nunca entre la pareja. Vegas se había levantado antes que Pete para prepararle el desayuno y cuando lo hizo fué inevitable lanzarse al pelinegro para besarlo durante un buen rato hasta que Pete le ordenó que parara ya que se moría de hambre.

Aún no estaba del todo definida su relación ya que aún había un asunto pendiente por resolver pero ninguno de los dos tenía la intención de mencionarlo, no querían arruinar la atmósfera tan romántica que había en el apartamento en esos momentos así que simplemente se dedicaron a comer y a conversar, parecían una pareja con varios años de matrimonio.

No puedo acostumbrarme a esto. Cruzó por la mente de Vegas mientras veía a Pete lavar los utensilios que fueron utilizados. Sentía un miedo terrible a acostumbrarse a tenerlo todas las mañanas junto a él porque el día en que eso no sucediera se sentiría completamente vacío y no estaba seguro de poder sobrevivir a eso.

—¿Te quedas todo el día? —preguntó aunque más bien sonó como una súplica.

—¿No tienes que ir a trabajar? —cuestionó de vuelta el menor mientras se pasaba una toalla por el cabello mojado, justo estaba saliendo de la ducha.

—Es domingo.

—Me dijeron que te sumergías tanto en tu trabajo que supuse que no descansabas —bromeó y Vegas soltó una risa.

—Que exageración, por supuesto que me tomo algún descanso o de lo contrario me vería tan viejo.

—Ya eres un viejo.

—¡Apenas tengo veinticuatro! —dijo indignado.

Pete se rió también y siguió secándose.

—¿Entonces qué dices?

—No tengo ropa para cambiarme.

—Usa algo mío.

—Está bien, pero ni creas que volverá a ser tuyo.

—Eso no importa —respondió sonriente.



La pareja no quiso salir para nada durante todo el día ya que estuvieron muy ocupados recreando la escena de la noche anterior con el pretexto de que por la excitación no recordaban todos los detalles aunque ambos sabían perfectamente que eso no era cierto, jamás olvidarían la primera vez que sus cuerpos se mezclaron y formaron uno solo, simplemente querían hacerlo de nuevo, una y otra vez.

Y lo hicieron.

Causando que durante la siguiente semana Pete sufriera de un horrible dolor de cadera y espalda, además de obligarse a usar camisas y suéteres de cuello alto ya que su cuello estaba saturado de marcas de besos y una ligera marca de los largos dedos de Vegas alrededor de el. Pero eso no le importaba en lo absoluto ya que había disfrutado cada segundo.


Vegas no dejaba de disculparse por haber sido un poco rudo con él. La mañana del lunes cuando vió la piel roja y con tonos morado en el cuello de Pete (que solía ser blanca), se horrorizó y un enorme sentimiento de culpa se apoderó de él a pesar de que Pete le aseguró que no pasaba nada.

Aún así se sintió culpable y no dejó de consentirlo en toda la semana, si Pete mencionaba que tenía calor él corría a buscarle una bebida refrescante, en una ocasión mencionó que aún le dolía la espalda y el mayor no dudó más y lo llevó a un spa para que le dieran un masaje completo el cual resultó ser de mucha ayuda porque el dolor disminuyó.









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Pero todo estaba dejando de ser de color rosa.

S t i l l [VegasPete]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora