E p i l o g u e

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Vegas había tenido un día muy pesado en la oficina, se sentía de mal humor y la más mínima cosa lo irritaba, no recordaba las veces que le gruñó a su secretaria sabiendo que ella no tenía para nada la culpa de que uno de los inversionistas hubiera tenido la brillante idea de meterse en problemas legales justo después de haber firmado el contrato.

Iba conduciendo con tanta molestia que no le importó los insultos que recibió por haberle quitado el lugar de estacionamiento a una mujer que estaba batallando por parquear su auto, él no tenía paciencia en esos momentos y por primera vez fué extremadamente grosero.

Caminó a pasos acelerados hacia el local frente a él y en cuanto entró al lugar comenzó a buscar con la vista su lugar seguro.

Y ahí estába, subido en una escalera organizando unos libros sobre el estante, se veía tan adorable trabajando.

—¡Vegas! —dijo él cuando sus miradas se encontraron.

Bajó de la escalera cuidadosamente y se acercó al mayor para saludarlo con un beso en los labios.

Inmediatamente todo sentimiento de enojo abandonó el cuerpo de Vegas.

—Sólo abrázame.

Pete obedeció y lo envolvió en su brazos, dándole unas suaves palmaditas en la espalda mientras él dejaba caer el mentón en uno de sus hombros.

—¿Mal día?

Vegas asintió.

—Ven, tomemos un café.

Lo tomó de la mano y lo guío hacia la barra que estaba a un costado de la tienda.

Hace dos años que Pete había abierto una sucursal de su librería en Tailandia, no le comentó a absolutamente nadie sobre sus planes (a excepción de sus amigos socios) y simplemente volvió y abrió la tienda en una zona lleno de comercios en donde afortunadamente fué bien recibida y la librería jamás se mantenía vacía, además de que había puesto una cafetería dentro del lugar, haciéndolo mucho más agradable.

—¿Quieres hablar de ello? —dijo entregándole un café latte a su novio.

El momento en que Pete se presentó en su oficina de la nada fué realmente increíble para Vegas, habían acordado continuar su relación a distancia con la idea de que Vegas viajaría cada cierto tiempo a verlo y Pete a él, pero con previo aviso.

¿Por qué no se les ocurrió antes? Bueno, porque apenas tenían veintidós y veinticuatro años y ambos estaban empezando sus carreras profesionales, pero conforme fueron pasando los días y los meses se dieron cuenta de que era realmente difícil adaptarse a estar sin el otro.

Ahora ambos con veinticinco y veintisiete años, las cosas eran un poco más sencillas. Pete se graduó con honores y trabajó durante un año en la agencia con su hermana pero se dió cuenta de que ese no era precisamente el trabajo que deseaba, quería traducir, sí, pero encontró más satisfacción dedicarse a la traducción de libros, por lo que en secreto buscó un empleo en Tailandia en donde no tardó mucho tiempo en ser llamado.

Al principio Vegas no estaba tranquilo sabiendo que Pete había renunciado a su vida en Toronto pero después de cientos de pláticas comprendió que Pete se sentía más satisfecho en su país, podía hacer lo mismo que hacía en Canadá.

De vez en cuando viajaba a visitar a sus amigos y de paso a su hermana Pearl, quien había dado la sorpresa de haberse casado con un canadiense por lo que su hogar se encontraba allá definitivamente.

—No quiero pensar en trabajo ahora, vine a que me consientas.

—¿Ah si? —rió.

—Necesito un beso, mi batería aún no se ha recargado por completo.

Pete no pudo evitar sonreír y se inclinó a él para darle un corto beso.

—¿Ya?

—No es ni el cinco por ciento.

El menor volvió a inclinarse y lo besó, está vez durante un par de segundos más.

—¿Y ahora?

—No llegó ni a la mitad.

Pete lo miró con los ojos entrecerrados y le indicó con un gesto que lo siguiera hasta su oficina.

—Rose, cuida la tienda durante un momento —indicó a una de sus empleadas.

—Sí.

La pareja entró a la oficina, en donde Pete fué atacado por la boca de Vegas apenas cerrando la puerta, obviamente no se negó, pero tuvo que separarse para ponerle seguro a la puerta antes de que entrara algún otro empleado y los descubiera en un acto indecente.

—Te deseo —susurró Vegas en los labios del menor para después besarlo con pasión.



Treinta y cinco minutos después ambos salieron de la oficina con total normalidad, su apariencia estaba a la perfección a pesar de haber estandose jalando el cabello minutos antes.

Pero lo importante era que la batería de Vegas estaba al cien por ciento ahora.

Y así fué por mucho tiempo.








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S t i l l [VegasPete]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora