Kinn & Porsche
Cuando Porsche vió a Kinn por primera vez le gustó de inmediato y sabía que él también le gustó al chico, lo podía ver en sus ojos pero lo ignoró porque podía ser coqueto pero infiel jamás.
Al menos eso creía.
Hasta que fué el día de la fiesta a la que el tipo mujeriego los invitó ¿Cómo sabía que lo era? Porque se le notaba. En cuanto llegaron a la fiesta la pandilla de Mint estuvo acompañándolos pero después de unos tragos cada uno tomó su propio camino y él el suyo: le urgía ir al baño.
—No me demoro —le dijo a Pete.
Le tomó algunos minutos encontrarlo ya que la casa tenía tantas habitaciones que no pudo recordarlas todas y cuando le preguntaba a alguien dónde estaba lo mandaban al lugar equivocado, por lo que interrumpió a varias parejas en situaciones íntimas.
Mil años después encontró el bendito baño, un minuto más y habría necesitado un pañal. Cuando terminó sus asuntos se dió prisa en salir ya que le preocupaba dejar solo a su amigo tanto tiempo pero en cuanto salió del baño una figura grande se interpuso en su camino y chocaron haciendo que la bebida que la persona tenía en sus manos cayera sobre su cuerpo.
—¡¿Estás ciego?! —reclamó.
—¡Tú eres el que salió corriendo!
Ambos se miraron y reconocieron al instante.
—Porshe, vaya...
—Perdona, no me fijé.
—No te perdono, estoy todo mojado y arruinaste mi camisa favorita.
—Es sólo una camisa blanca, ya que tienes tanto dinero sólo cómprate otra y ya.
Kinn rió mientras negaba con la cabeza.
—No lo creo, esta fué un regalo muy especial y no creo poder encontrar otra igual.
—Créeme amigo, hay miles de camisas iguales a esta.
—Para mi no es igual al resto.
El moreno torció los ojos y con molestia lo arrastró hacia una de las habitaciones que por fortuna estaba vacía.
—¿Qué haces? —preguntó el mayor al ver que el chico registraba los cajones de un mueble que estaba frente a la cama.
—Tu amigo debe tener alguna camisa de sobra en algún lugar ¡Ah! Aquí hay una, toma.
—¿Quieres que me ponga una camisa que ni siquiera sé si está limpia? —dijo con desagrado.
—Al menos no estarás incómodo.
—Pero está toda arrugada —se quejó mientras se quitaba la prenda que tenía puesta dejando al descubierto sus abdominales y brazos bien formados.
Porsche tragó saliva al observar la exquisita figura del contrario y por un momento se imaginó siendo envuelto en esos brazos.
—¡Sólo pontela! —ordenó.
—¿No quieres ver más?
ESTÁS LEYENDO
S t i l l [VegasPete]
Hayran KurguVegas quedó encantado con Pete desde el primer momento en que lo vió, decidido a que conquistaría el corazón del chico. ¿Pero podrá mantenerlo a su lado?