3. C r u s h

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Pete y Mint eran realmente cercanos, en las reuniones familiares siempre estaban juntos y ella solía llegar a su casa a menudo, pero en la universidad no eran tan cercanos por varias razones:

1. Sus facultades estaban a una larga distancia entre ellas.

2. Pete se enfocaba mucho en sus estudios.

3. Los amigos de Mint eran demasiado extrovertidos a comparación de él y no se sentiría cómodo.

Por eso cuando su madre le pidió entregarle unas cosas a Mint para su tía él no se negó, podría dárselas cuando ella fuera a su casa, pero su mala suerte apareció cuando Mint le dijo que no llegaría porque sus exámenes se acercaban y estudiaría en casa así que le propuso verse en la universidad.

Ese día estaba nervioso, conocería a los amigos de Mint porque era obvio que estarían con ella, pero ¿Y si no les agradaba? ¿Y si lo veían mal? No tenía ni idea de qué decirles en caso de que tuviera que hablar con ellos. Cuando llegó al lugar en el que su prima le indicó que estaría la llamó para que saliera pero su perezosa prima no quiso y lo obligó a acercarse, las manos le sudaban y sentía un inmenso calor que estaba seguro de que sus mejillas estaban rojas.

Al final no le había ido tan mal, los amigos de Mint aparentaban ser el típico grupo popular que acosaban e intimidaban a los demás pero resultó ser lo contrario, eran muy amables y aunque lo bombardearon con cientos de preguntas ninguna fué incómoda, de hecho nadie se había interesado tanto en él que el hecho de que esos chicos lo hicieran lo hizo sentirse en confianza y le fué difícil despedirse después, jamás había hablado tanto con alguien la primera vez que se conocen.

Aunque, hubo algo o mejor dicho alguien, que lo inquietó un poco.

Uno de los chicos, el de pómulos definidos y ojos oscuros no le había quitado la mirada de encima en todo ese tiempo. Pete no sabía si le había encontrado todos sus defectos o le había atraído (lo dudaba), a Pete sin duda le había gustado él y mucho, era tan atractivo e intelectual, mentiría si dijera que no se había emocionado cuando el chico se había sentado a su lado dejándolo oler su aroma tan varonil pero delicado a la vez. Todo en él le había gustado, hasta su nombre:

Vegas.

Pero no fué capaz de verlo a los ojos ni una sola vez ni dirigirle una palabra, sentía que si lo hacia su voz le fallaría y quedaría en vergüenza, no era la primera impresión que quería darle a alguien como él, así que se enfocó en el resto de los chicos sin dejar de sentir cómo la profunda mirada de Vegas había estado siempre sobre él.







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Luego de ese día volvió a su rutina habitual, no había vuelto a ver a Vegas pero había pensado en él casi todos los días, todavía recordaba su seductora voz y el olor de su perfume, necesitaba verlo otra vez, podría inventarse alguna excusa para volver a reunirse con su prima y así poder verlo.

Mejor no.

Por qué se emocionaba tanto si aquel chico ni siquiera le había dado razones para pensar que podría gustarle, quizá lo miraba tanto porque sus mejillas eran un poco gorditas, o porque el atuendo que llevaba ese día le pareció ridículo, además ¡Sólo se habían visto una vez! Cómo podría pensar que Vegas se iba a fijar en él con sólo verlo una vez y sin siquiera intercambiar una palabra.

Vaya que tenía mucha imaginación.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por el tono de llamada de su celular. Hacía media hora que estaba sentado en una banca en el jardín frente a la facultad de ingeniería mecánica esperando a uno de sus amigos.

S t i l l [VegasPete]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora