CAPITULO 10

534 38 3
                                    

LEONARDO.

La fuerza que posee mi mujer es magnífica, deslumbrante, no me decepciona ni un segundo. Ella no podrá ser italiana pero su carácter parece de una y es perfecta para mí. Ella me hace tanto bien que es imposible que yo renuncie a ella.

Cuando decido ir a la cocina escucho a mi esposa regañar y poner en su lugar a una de las sirvientas; el orgullo que me hace sentir no se puede comparar con nada, Lo que más amo de Amaya es el carácter que posee y eso servirá para así poder liderar a mi lado sin que se rompa en el camino. Amadea fue una de las tantas amantes que he tenido y que me arrepiento de haberme follado, desde entonces ha tiene una enfermiza obsesión conmigo al punto de querer manipularme con su falso amor.

Si aun se mantiene en la casa es por petición de Isadora, ya que la muchacha es hija de una de sus hermanas.

Amaya sale de la cocina y se encuentra conmigo cara a cara, ella me mira con el ceño fruncido aun con indicio de molesta por lo del enfrentamiento con Amadea —¿Cuánto tiempo has estado parado allí? —me encojo de hombros.

—El suficiente como para escuchar como pones en su lugar a las mucamas —sonrió con pericia. Ella cruza sus brazos sobre su pecho desviando su mirada hacia otro lado.

—Seguramente su odio hacia mi es por obvias razones. La mujer tiene una obsesión contigo, o bien podría que sea una de tus amantes —me supuse desde un principio de que ella se entendería.

—Amante, Amante no, pero digamos que fue un desliz —como la vez aquella que me quiso engañar diciendo que había quedado embarazada. En el primer momento en que vomito y regodeo tal noticia llave a mi doctor de confianza para así confirmar si era verdad, pero termino siendo una blasfemia, una jodida mentira para amarrarme.

—Un desliz, llamas a tu amante un desliz, y para completar tienes a tu esposa viviendo bajo el mismo techo de ese desliz, hay que ver que no tienes ni un poquito de respeto hacia mi —ella pasa por mi lado dispuesta a irse, pero la detengo.

—Mia moglie no puedo echar a la chica que desgraciadamente lleva la sangre de la mujer que me mimo y crio cuando era un niño, Isadora es su único familiar —ella me mira comprendiendo la situación, aunque sigue con su ceño fruncido —de todos modos, hablare con ella y le diré lo mucho que amo a mi esposa, Amaya no tendrás problemas con ella yo me asegurare de que se mantenga en su lugar.

—Bien... —dice secamente. Sonrió con cariño y antes de que se marche acuno su rostro bonito y beso con delicadeza sus carnosos labios que, por supuesto me tientan cada vez que los veo, si tan solo pudiera besarlos cada hora, cada minuto, cada segundo, saborearlos como un adicto —mi deliciosa droga dura.

***

Al llegar a mi despacho me encuentro con mi consigliere ya sentado junto a mi cuñado uno de mis capos, pronto tendré una reunión con mis capos para la próxima distribución de coca que se hará en New York la próxima semana. Me siento en mi habitual silla detrás del escritorio y me pongo en marcha.

—Bien, infórmame —Giulio empieza hablar contándome de los constantes que ha habido en New York durante mi ausencia en la ciudad, las evidentes pruebas de que han estado haciéndonos la guerra al igual que Rusia, aunque ya llegare a un acuerdo con Romanov siendo una potente arma de fuego en nuestro mundo lleno de sangre y muerte.

—Como ya lo dije una vez, estar en contra de los rusos es una maldita mala idea por mucho que nos jodan y sean un sequito fastidio que traen la muerte encima, lo mejor es hacer un trato de paz con ellos, nos serviría en un futuro por si sucede una guerra con alguno de nuestros enemigos.

—Como tu querido cuñado ¿no? —me tenso.

—El es lo de menos, tenemos mas letales enemigos a parte de que es intocable gracias a que me case con su hermana la cual amo tanto al punto de prometerle no tocar ni un solo cabello de su fea cabeza.

ESCLAVO DE TU AMOR TOMO 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora