CAPITULO 32

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LEONARDO.

Mas de dos horas han pasado desde que se llevaron a Amaya al quirófano. No encontraba la comodidad, la angustia me esta carcomiendo al igual que la preocupación. Mi madre ya va por su cuarto baso de café, podía notar que esta preocupada, pero trata de darme apoyo y fuerzas, aunque ella misma esta que se derrumba.

Tenia que ser fuerte, ser fuerte por Amaya —hijo, si quieres café dile a Giulio que te traiga uno.

—No quiero, además tu lo necesitas más que yo —respondo sin dejar de mirar mis pies. Mis brazos están sobre mis rodillas, mis manos están unidas al frente, no puedo dejar de pensar en ella, en las posibilidades de que pierda al pequeño, estaba votando mucha sangre, la palidez de piel, el sudor de su frente, la fiebre… eso no era nada normal. El doctor la había examinado no hace mucho y nos dijo que estaba fuera de peligro, ¿Qué cambio?

Algo no me cuadraba, toda esta situación me huele mal.

Escucho las puertas del quirófano abrirse y la doctora que entro con ella sale. Me levanto como un resorte para prácticamente acorralar a la mujer.

—¿Cómo se encuentra mi esposa? —es la primera pregunta. La mujer se tensa por mi tono, pero se relaja un poco antes de responder.

—Ella está bien, logramos estabilizarla y… hacerle un depurativo —frunzo el ceño. Mi madre observa a la mujer con tristeza.

—Mi mujer perdió al…

—Si, el feto no logro resistir, tuvo un aborto espontaneo —cierro mis ojos por un momento, mi corazón late fuertemente en mi pecho, la tristeza me embarga, no hay nada que pueda aliviar ese dolor que se ha instalado en mi pecho, el nudo en mi garganta está ahí ahogándome.

—Hijo… —abro mis ojos de golpe y poso mi mirada en mi madre, ella esta llorando, a sabiendas de lo que eso causara en mi chica, en mi hermosa orquídea.

—No lo va a soportar mamá, no lo va soportar —respondo con la voz entre cortada. Paso mis manos por mi rostro frustrado, decepcionado de la vida.

—La han trasladado la habitación 310, ahorita duerme, pero cuando despierte dentro de unas horas, sería bueno que le comentaran con mucha paciencia lo sucedido, se que este tipo de cosas son sensibles y más para una mujer primeriza —la mujer se marcha dándonos espacio.

—Señor…—parpadeo varias veces antes de mirar a Giulio.

—Ya todo esta listo, los guardias están cuidando la puerta de la señora —mi madre posa su mano sobre mi brazo y asiente.

—Vamos hijos, debemos estar con ella —no digo nada, sigo a mi madre aun completamente descolocado por lo que acaba de pasar y por lo que falta por pasar. Tengo ganas de llorar, de tirarme al piso y golpearlo como un niño malcriado, quiero maldecir a los cuatro vientos, quiero destruir cada cosa que se me atraviese en este momento, mantener la compostura ha sido una fuerza sobrehumana, un autocontrol que nunca en mi vida había logrado tener.

¿Ahora como lograba decirle a mi esposa que nuestro pequeño bebé nonato no logro sobrevivir?, como le cuento a una mujer que ha pasado por tanta mierda en su vida que ha vuelto a perder, ella no lo resistirá, una vez me lo dijo.

—No quiero perderlo, no otra vez —murmura con la voz temblorosa —no lo soportaría Leonardo.

Cierro los ojos por un instante y dejo caer la pequeña lagrima, una lagrima de impotencia por no poder hacer nada para amilanar el sentimiento de perdida.

Entramos a la habitación y Amaya aun duerme, esta conectada a varios aparatos médicos, se ve tan pálida, aunque sus labios han agarrado color —hijo voy a llamar a Isa para que traiga ropa y algunas cosas necesarias, no me tardo —madre sale dándome un momento de privacidad con mi chica.

ESCLAVO DE TU AMOR TOMO 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora