CAPITULO 38

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DOS MESES DESPUES.

AMAYA.

No es como si Dios hubiera sido justo conmigo, no sé qué hice en mi otra vida para que me castigara tanto a un punto donde solo me quede soportar el dolor infinito de la perdida, de cómo cada día se rompe mi corazón por la agonía que siento, por el rencor que me carcome el corazón, por la jodida lucha que tengo cada vez que veo a una mujer embarazada o a una pareja pasar con sus hijos en brazos.

Nunca le había pedido nada a Dios, ni siquiera cuando estuve en el piso sufriendo los rudos golpes de mi ex marido, ni mucho menos cuando el doctor me dijo que ya no podría tener más hijos. Me había resignado a ya no poder conformar una familia, y aun así me dio un milagro, uno solo... para después arrebatármelo audazmente.

Sufro cada día, lo lloro cada día, por mucho que me haga la dura no podré olvidarlo.

Me seco las lagrimas y guardo nuevamente el pequeño conjunto de bebé que mi suegra me regalo cuando se enteró de mi embarazo. Escondo la caja entre mis cosas y vuelvo a ponerme de pie para después ponerme la ropa de hacer ejercicio.

Durante estos días me he dedicado arduamente en mi entrenamiento, en seguir una dieta, he bajado de peso, pero a su misma vez he tonificado mi cuerpo a un punto de que mi vientre se ve más marcado. Mi relación con Leonardo va de mal en peor, pero ante los ojos de todos ha ido mejorando, incluso mi suegra me ha incentivado ha que tenga una segunda luna de miel con Leonardo.

"Cosa que no pasara".

Mi hermano Harum me ha llamado mas de tres veces preguntándome si he sabido algo de Salome, me ha costado mucho mentirle sobre su hijo que está pronto a nacer.

Bajo las escaleras y me dirijo de una vez al patio sin siquiera detenerme a saludar a Leonardo que me lo encuentro en el recibidor acomodándose su chaleco.

—Buenos días para ti también esposa —no respondo si quiera, sigo mi camino al patio para dirigirme al gimnasio. Al entrar me encuentro con Cinnia en la caminadora, desde que se comprometió con Dioniso la he visto sonreír más, incluso sus ojos se iluminan como dos estrellas fugaces.

Enciendo una de las caminadoras y comienzo con mi calentamiento —Buenos días —saludo. Ella se quita una de sus audífonos y sonríe.

—Buenos días querida cuñada, ¿Cómo amaneciste hoy? —pregunta sin dejar de moverse en la caminadora. Me pongo a correr antes de caminar.

—Excelente, como todas las mañanas —respondo. Sigo calentando mi cuerpo hasta que me canso y bajo la velocidad.

—¿Cómo vas con mi hermano? —pregunta deteniendo la caminadora —aunque mis padres no lo noten y finjan ustedes de que se han arreglado, no soy tan tonta sabes... se que entre ustedes aún hay un quiebre.

—Estamos bien —respondo sin mucho ánimo.

—No lo están, tu rostro lo dice todo —es verdad, pero no lo pienso admitir, y ya estoy cansada de fingir.

—No es como si en los matrimonios no hubiera problemas, entre tu hermano y yo nos une la pasión que sentimos por el otro y ... —niego —eso es el hilo que nos mantiene.

—Pero se les ha pagado el amor —afirma —eso es normal, puede llegar a pasar, claro esta que ustedes se aman, se aman de verdad solo que tienen que dejar a un lado el orgullo.

—Ojalá se tratara solo de orgullo y creo que tu sabes muy el sentimiento que puede llegar a sentir una mujer cuando el hombre engaña la primera vez —respondo confesando al fin lo que estoy segura que mi suegra no le ha dicho. Su rostro se ensombrece y asiente.

ESCLAVO DE TU AMOR TOMO 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora