CAPITULO 15

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Me despierto con un brazo rodeando mi cintura. Leonardo aun duerme plácidamente tras de mí y es la primera vez que despierto con él a mi lado. Me quedo mirando su cincelado rostro, tan jodidamente hermoso. Mi marido es precioso, de gran altura, de figura robusta como si pasara horas en el gimnasio. Mi marido es demasiado provocador al punto de parecer dolorosamente atractivo y una debilidad para las mujeres.

Nunca me he considerado una mujer celosa, claro está que en mi tierra los hombres tienen el derecho de contraer matrimonio. Mi primer esposo tuvo una segunda esposa y aunque estaba en todo mi derecho de divorciarme no lo hice, por orgullo, por dignidad, por vergüenza.

En mi familia nadie se ha divorciado y cada mujer Abbar es una digna esposa, criadas para serlos.

Tomo la mano de mi marido haciéndola a un lado para salir de la cama. Leo se mueve, pero no se despierta. Le acomodo mi almohada para que no le haga falta mi cuerpo y por instinto lo rodea con su brazo. Me encamino hacia el baño y preparo la bañera. Me cepillo los dientes antes de desnudarme y entrar en el agua tibia. Sentir el calor relajar mis huesos entumecidos por el ejercicio de ayer es realmente relajante.

Cierro mis ojos por un momento, los traumas empiezan a resurgir y lo que paso el día de ayer fue el comienzo de mis traumas. Han vuelto, después de tanto tiempo han vuelto y temo por ello. No soy yo, no soy yo misma cuando la débil Amaya aparece, cuando la temerosa y sumisa chica que se encoje ante cualquier persona. Tengo que ser fuerte y superarlos, porque la última vez... la última vez casi atiento contra mi vida.

Pensar en ello ahora me pone la piel de gallina.

Hago aun lado los pensamientos negativos y me concentro en la realidad. No he sabido nada de mi hermano posiblemente este preocupado por mí, mis padres también más mi padre que desde que nací he sido su favorita. Muerdo la parte interna de mi mejilla y pienso por un momento el modo en pedirle a mi marido que me deje hablar con mis padres o por lo menos con Gema que desde que llego se convirtió en mi mejor amiga y hermana.

Salgo de la bañera ya lista, me seco con la toalla y salgo del baño. Me encuentro con la mirada de Leonardo medio adormilado. Se ha levantado, pero aún se encuentra sentado en la orilla de la cama.

—Buenos días mia moglie, como amaneciste hoy —muerdo mi labio inferior, me encojo de hombros.

—Bien, de lo que cabe estoy bien —el asiente. Se levanta y camina hacia mí, no deseaba que me preguntara sobre lo sucedido de ayer en la noche, no estaba de ánimos para responder eso ni mucho menos de admitir mi debilidad, mis miedos más oscuros.

—No quiero que te escondas de mi Amaya, eres mi esposa y estoy en todo mi derecho de cuidar de ti, de socavar tu pasado y acomodar el desastre que dejaron los demás en ello. Estoy aquí para hacer feliz tu futuro conmigo, tu presente siempre debe estar llenos de alegría ¿entiendes lo que te dijo? —asiento. Él toma mi barbilla alzando mi mirada —no deseo ver tus ojos tristes ni llorosos, mi mujer tiene que ser fuerte y tú lo eres solo tienes que dejarlo ir y no apenarte por ello.

—Lo sé, yo no quería romperme de esa manera, fue algo crucial, no debi... —me calla posando uno de sus dedos sobre mis labios.

—Eres humana esposa, tienes derecho a sentir, a sufrir, a ser feliz. No te disculpes por algo que no puedes controlar—suelta un suspiro. —Es normal, es más me estaba preguntando como hacías para esconder todo eso que cargas sobre tus hombros. Se que no debo preguntar y que mi único deber es esperar a que me cuentes por tu propia cuenta, pero... deberías liberarlo, ir a un psicólogo, quizás te ayude a que no te atormente.

—Ya lo he intentado, pero no funciona así por así, es algo complicado Leonardo —sus brazos rodean mi cintura y pega su frente a la mía.

—Encontraremos la forma cariño, ya lo veras —besa mis labios suavemente como si solo quisiera disfrutar del beso suave y apasionado. Le sigo el ritmo hasta que se hace imposible hacerlo, lo único que quiero ahora es que se hunda dentro de mí y me llene con su miembro. Que me haga sentir de una manera que no pueda recordar, que lo único que mi mente piense sea en él, en su cuerpo, en el mío pegadito al suyo recibiendo sus embestidas.

ESCLAVO DE TU AMOR TOMO 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora