CAPITULO 16

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LEONARDO.

Mis hombres me esperaban sentados en mi despacho, al entrar se pusieron de pie y me saludaron con una inclinación de cabeza. Me senté detrás del escritorio y comencé la reunión. Mariano junto a su hija llegan media hora después, con una capeta llena con la información que necesitaba de los albaneses.

—¿Qué tal les fue en su viaje a NYC?, encontraron algunos inconvenientes —Mariano va a decir algo, pero su hija lo interrumpe.

—Casi nos matan, tuvimos un enfrentamiento con los rusos cerca de sus fronteras —recalca. Ella cruza sus piernas de manera provocadora y me mira con esa suplica que mayormente ponía cuando quería algo.

—Qué bueno que hayan salido ilesos de eso —respondo. Tomo un sorbo de mi trago —lo mejor que podemos hacer es intervenir, pero por los momentos hay que planificar como lo haremos. Necesitamos reunir todos los hombres que estarán dentro de nuestra operación para exterminar a esas ratas de nuestras calles.

—¿Qué haremos con la droga? —pregunta Franco.

—Sobre eso hay que enviar a alguien a que hable con los de la Yakuza y la Triada, no podemos permitir tal infamia en nuestras ciudades, eso no solo está matando gente si no que ha reducido el nivel de consumidores.

—No es conveniente que mate nuestros compradores —dice un chiste poco gracioso. Mariana siempre ha sido una mujer audaz, de carácter, de rebelión, ama hacer el caos y sobre todo poner a sus pies a todo hombre que se le cruce. Ese no era mi caso, la quise alguna vez, pero ese amor se evaporo en el momento en que la traición apareció, los celos se convirtieron en un arma de doble filo, y la aceptación de ella de superar lo que no funciono se volvió sofocante.

Ahora estoy casado, posiblemente ella encontrara la manera de arruinar mi vida con tal de hacerme sufrir por la supuesta venganza de ella.

—Les informaras a los Cavalli de esto... —niego.

—Estoy seguro que ya lo saben, pero no desean unirse a la acción no es su problema.

—Pero hay posibilidades de que se extienda hacia sus territorios.

—Para ellos eso no importa, sus ciudades están envueltas en peores cosas, desde la prostitución, el juego, las drogas, el licor. Incluso podría decir que, en las tratas de mujeres, aunque eso aun no me lo confirman.

—Esperemos que no, ya que nuestro deber principal es cuidar de las mujeres —dice Rufo Berlutti.

—Si nosotros poseemos oscuridad ellos la intensifican —respondo poniéndome de pie. Mis capos me siguen —esta reunión ha terminado, les avisare cuando sea la próxima.

—Si Don De Rosa —cada uno sale de la estancia despidiéndose con un apretón de mano. La única que no se marcha es Mariana que esta de lo mas de tranquila sentada en el sillón. Cierro la puerta tras de mí.

—¿No te iras con tu padre? —pregunto para molestarla.

—Acaso quieres que me valla —asiento.

—Tengo trabajo que atender Mariana, lo mejor que puedes hacer es dejarme solo —ella se pone de pie y acorta la distancia entre nosotros.

—No quieres decir eso guapo. ¿Dónde está tu esposa, acaso quieres esconderla de mí? —me siento en la orilla de mi escritorio.

—Para que lo haría —en parte le había pedido a Virginia que la retuviera en los entrenamientos para que no se encontrara con ella, conocía bien a Mariana, no se rendiría hasta marcar lo que ella supone es su territorio. Yo podía controlarla, pero Amaya, Amaya no lo soportaría.

ESCLAVO DE TU AMOR TOMO 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora