CAPITULO 40

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Vemos como entierran el ataúd en la fría tierra, y una parte de mi se rompe a un más al saber que no la volveré a ver ni a escuchar, que ya no peleare con ella, hubiera dado cualquier cosa con tal de que esto no estuviera pasando, pero no podemos ir en contra de la voluntad de Dios. Mi suegra hace un rato dejo de llorar, mi esposo está al lado de sus padres mientras yo estoy a dos pasos tras de él.

Leonardo me miro mal apenas vio que no me posaba a su lado, decidí tomar sus palabras y alejarme lo más que pudiera de su familia, puede que mi acción se infantil, pero él mismo lo dijo, yo no tengo nada que ver con esto.

Cuando todo termina y nos regresamos a casa, subo a la habitación que comparto con Leonardo para buscar mis maletas. Mi hermano no debe tardar en llegar, ya le informé al chofer de mi partida y dentro de unas horas estaré fuera de Italia. Tomo mi equipaje, respiro hondo y miro a mi alrededor. Desde que me case no he dejado este lugar, durante todos estos meses me he acostumbrado a la tranquilidad del Castello, a las personas que me rodean, se ha convertido en mi hogar uno que no creí que lo seria.

Salir de aquí significa dejar atrás lo que se convirtió en una parte de mí.

Cierro mis ojos por un momento antes de volver abrirlos decidida a lo que haré. En el momento en que cruce esa puerta dejo de ser la esclava del amor de Leonardo De Rosa, sea para bien o para mal estar lejos de su dominio me hará reflexionar, juzgarme como es debido, decidir si es conveniente seguir casada con él, renunciar a nuestro matrimonio roto.

Salgo de la recamara, estoy por cruzar uno de los pasillos que va hacia las escaleras cuando me encuentro a Leonardo. Nunca lo había visto tan decaído, ni siquiera cuando nuestro hijo murió, claro entiendo que le duele mucho la muerte de su hermana porque ha vivido toda una vida a su lado, ella era su familia.

Alza la mirada apenas me ve y frunce el ceño.

—¿Acaso piensas irte ahora? —pregunta.

—No es como si no te lo hubiera informado antes —respondo.

—Lo sé, pero pensé que dejarías pasar unos días.

—Creo que lo mejor es que me marche, nuestra relación no está en las mejores condiciones, tampoco es que me necesiten aquí —vuelvo a tomar la maleta para seguir.

—¡Espera! —me detiene —quédate, yo te necesito.

—Ambos sabemos que no es cierto Leonardo, no me necesitas —contradigo.

—Si lo hago, siempre te necesitare, sé que dije palabras que te hirieron, pero solo estaba pasando por una etapa de mi vida dura.

—Una etapa que pretendía estar, quería estar Leonardo a pesar de todo —respondo. Retrocedo un paso cuando él quiere acercarse a mi —me hiciste a un lado, me ordenaste que me fuera como si yo estorbara en ese momento y ahora sales con que ¿me necesitas? —rio —no, no Leonardo, no lo haré, esta vez no me quedare.

—Eres mi esposa, tu deber es quedarte a mi lado —trata nuevamente acercarse.

—Soy tu esposa cuando te conviene, pero lo olvidas en el primer momento de rabia, si fuiste capaz de engañarme una vez quien sabe cuántas veces más lo has hecho mucho antes.

—Amaya...

—Se quien me enveneno. Se que la escondes y proteges —confirmo. Él me mira sorprendido y asustado.

—¿Qué dices? —alzo mi quijada en desafío.

—Si no me dejas ir Leonardo me vere obligada a no perdonarte nunca, ahora hazte a un lado —ordeno.

—No es como si tuvieras planes de hacerlo —murmura dolido —¿Qué más puedo hacer para que me perdones?, se que lo he dañado todo, pero... —niega —piensa en que estas dejando a un lado nuestro amor, yo estoy dispuesto a todo por ti.

ESCLAVO DE TU AMOR TOMO 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora