Pasamos gran parte del día paseando por los alrededores de la isla Santorini, los lugareños son muy amables, y las comidas demasiado ricas. Al volver a nuestro hospedaje me quito la ropa y me doy una ducha caliente. Los pies me están matando de tanto caminar, pero ha valido la pena cada segundo, cada minuto que pase al lado de mi marido viendo cada colorido lugar. Mi ciudad natal no se compara para nada con la belleza natural que hay aquí, todo es tan mágico y armonioso, la isla parece salido de un cuento de niños.
Habíamos decidido salir a caminar por la playa, mi esposo en este momento está comprando unos refrigerios mientras yo le espero sentada en una tumbona que los lugareños alquilan para los turistas. Me quedo mirando el horizonte por un rato pensativa, un tanto dudosa, aun con la incertidumbre de que pasara próximamente en mi vida. Es natural sentir dudas, miedos, pero... a medida que pasa el tiempo los fantasmas de mi vida pasada afecta una parte de mi presente. Por muchos ánimos que Leonardo me dé, igual la angustia sigue instalada ahí, en el lugar más oscuro de mi cabeza.
Quiero aferrarme a lo que siento por él, quiero hacerlo, pero para eso tengo que dejar ir mis propios miedos.
—Cariño te traje unos refrescos, como no sabía cuál te gustan más elegí tres tipos de diferente sabor —Leo se sienta en la orilla de la tumbona con su escultural pecho desnudo y bronceado. Verlo así me da cierto recelo, no me gusta que las mujeres lo vean en así de desnudo, aunque solo trae un short playero y sus chanclas de cuero y hebillas, haciéndolo parecer un jodido faraón del antiguo Egipto.
Dudo mucho que a mi hermano le encante andar así, su mente esta más chapada a la antigua.
Quería ponerme un bikini, pero no me sentía lo suficientemente cómoda como para mostrar mi cuerpo a las demás personas. Me crie en una familia tradicional y aunque ahora soy la esposa de un hombre occidental donde sus tradiciones y costumbres son diferentes, no puedo olvidar mi origen.
—Cariño... —parpadeo varias veces saliendo de mis pensamientos —¿te pasa algo, no me has dicho nada?
—Perdona, estaba pensando —él estira su mano y acaricia mi mejilla con sus nudillos.
—Déjalo ir Amaya, solo relájate y disfruta nuestro tiempo juntos —lo miro a los ojos y me dejo convencer por ellos.
—Yo...
—¡LEONARDO! —se escucha a lo lejos. Leo voltea y yo fijo la mirada en la persona que viene caminando hacia nosotros. Es un hombre, de más o menos 1,80 cm, vestido en short y franela blanca. La sonrisa que veo en su rostro es como la de un lobo a punto de caerle a su presa. Mi marido se pone de pie como un resorte y abre los brazos.
—¡MIO CUGINO! Primo mío—saluda mi marido fraternalmente. Frunzo el ceño quedándome un poco fuera de lugar. Ambos hombres se abrazan y se besan las mejillas. Hablan en un rápido italiano por unos segundos antes de que Leo se gire y me presente —Cugino, ella es mi esposa, Amaya De Rosa, Amaya él es Gian Ranieri, hijo putativo de mi difunto tío Gotardo.
Me incorporo y le ofrezco mi mano. Pero él en vez de apretarla me besa las mejillas como todo un italiano —Un gusto conocerte Amaya, había escuchado rumores de tu belleza, pero no pensé que fueras tan hermosa ragazza esotica, chica exótica.
—Él gusto es mío —respondo secamente. No me gusta mucho su actitud, en realidad no me gusta la forma en cómo me miro, ni como el roce de su dedo pulgar que acentuó en mi piel cuando toco mi mano.
—Tenía tiempo sin verte, pensé que te presentarías a mi boda, pero no lo hiciste —él hombre de ojos de lobo se encoje de hombros.
—Sabes bien que mi trabajo no es nada fácil —responde mostrando sus dientes impolutamente blancos.
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ESCLAVO DE TU AMOR TOMO 2
RomanceLEONARDO. Soy el sucesor de la mafia italiana, hijo único de la familia más poderosa de Italia y una gran parte de estados unidos. Mi deber como un De Rosa es vivir y morir por mi imperio manchado de sangre y pecado, mi deber es no caer bajo los hec...