CAPITULO 43

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LEONARDO.

Me levante esta mañana abrazando la almohada de mi mujer, esa que por mucho tiempo eran adornadas con sus risos castaños oscuros. Su olor aun prexiste en ellas y me he negado rotundamente a que cambien específicamente la funda de esa almohada. Como todas las mañanas me doy un baño y me pongo mi habitual traje negro. Sali de mi habitación y me dirijo al comedor. Me encuentro a mis padres sentados ya desayunando en silencio.

Poso mis ojos en la silla donde se sentaba mi hermana y el dolor vuelve a salir instalándose, anudando una bola en mi garganta. Sigo mi camino sentándome en mi habitual silla y una de las sirvientas me trae el desayuno.

—Buenos días —saludo.

—Buenos días hijo —saluda mi madre. Padre solo me hace un movimiento con su cabeza y sigue moviendo su tenedor sin mucho ánimo.

Han pasado tres semanas desde el sepulcro de mi hermana y la huida de mi esposa a la casa de su hermano.

La vida es una perra conmigo y se ha vuelto peor con lo que me entere.

—Creo que deberías ir a buscar a tu mujer hijo, no es conveniente para la familia ni para nuestro imperio que este fuera de nuestro territorio —parpadeo varias veces saliendo de mis pensamientos y enfocando mi vista en mi padre que ha roto el silencio.

—Sabes bien por qué se fue —respondo. La sirvienta entra con el plato de comida y mi café, agradezco y ella se marcha —Amaya está molesta conmigo por muchas razones obvias y la respeto lo suficiente como para obligarla a permanecer aquí a mi lado.

—De igual manera, sé que entre ustedes se ha roto muchas cosas, desde la confianza que es lo primordial en un matrimonio he incluso podría decir que el amor entre ustedes está guindando de un hilo. Si la dejas más tiempo allá hay una posibilidad de que ella te saque de su corazón, o incluso su hermano puede convencerle de que te deje.

—Tu padre tiene razón hijo. No estuvo bien lo que le dijiste aquel día en el hospital, no debiste haberle dicho eso, tu vulnerabilidad había hecho bajar la guardia hacia ti y con tus palabras abrirte más le herida que ya habías infligido, pero... no es conveniente que este alejada de ti.

—Ella no quiere estar aquí a mi lado no puedo obligarla.

—No puedes... es verdad, pero si puedes convencerla de la mejor manera a que regrese —padre se levanta y se acerca a mí, posa su mano sobre mi hombro —Amaya es una mujer fuerte, cuando me dijiste aquel día que pensabas casarte con la hija del enemigo pensé que era mala idea, pero cuando la conocí y vi la fuerza propia que tiene a pesar de todo por lo que ha pasado lo supe, elegiste bien, es una buena mujer, orgullosa, solemne, capaz de luchar por lo que quiere, es noble con un corazón lo suficientemente grande como para amarte. Él amor para los hombres que nacen dentro de la mafia es poco común es tu deber cuidarlo, por muchos errores que hayas cometido tienes que compensárselo si te perdona entonces es tu deber mantener tu palabra ante lo que te pida.

—Amaya ya no es un Abbar, es un De Rosa, la orquídea de la familia, si ella cae entonces todos caeremos con ella.

—Puede que me perdone padre, pero... por mucho que le cuente todo lo que le he ocultado lo último derramara el vaso y su perdón no llegara.

—¿Qué es lo último que derramo el vaso? —pregunta mi madre confundida. Mi padre baja la mirada y niega.

—Ella está embarazada —murmuro. Padre mira a mi madre y ambos se observan en silencio.

—¿Estás seguro que es tu hijo? —suelto un suspiro.

—Ojalá no lo fuera, pero si lo es, el tiempo que lleva de gestación coinciden con el día en que me emborrache que no supe de mí.

ESCLAVO DE TU AMOR TOMO 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora