CAPITULO 8

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Hoy después de comer con mi marido en el balcón él se marchó hacia su despacho, durante ese tiempo me mantuve encerrada en mi habitación, pensando, analizando, olvidando por un momento la desazón que sentí al escuchar sus frías palabras, esas que, aunque creía que no las escuchaba me hirieron gravemente. No confiaba en él, no después de lo que dijo en su despacho, aunque me jure de rodillas no podía asegurar de que cumpliría lo que juro.

¿Los juramentos se rompen?

Suelto un suspiro, A la final decido salir de mi habitación, Cuando bajo las escaleras me encuentro con mi suegra en el salón principal, ella al verme me sonríe con cariño y simpatía. Por un momento pensé que no le agradaría, pero desde lo que pasó en la recepción de mi boda la forma en cómo me trató me hizo confiar un poco en ella. Sabía que llegarían hoy claro está que mi suegro debe de estar en el despacho con mi marido y su cuñado.

—Bienvenida, espero que ya te estes adaptando a la vida en el campo querida —la saludo con un abrazo y dos besos en la mejilla. Ella me invita a sentarme en uno de los sofás que hay en la sala principal, Isa entre segundos después con una bandeja en mano, debe ser más o menos las cuatro de la tarde como para que sea la hora del té.

—Niña maya, desea que le traiga un café también —voy a responder, pero entra mi cuñada haciendo sonar sus tacones en el mármol de manera tan despectiva.

—Qué bueno es volver a casa, la vida en la ciudad es tan ajetreada. Lástima que me quedare poco tiempo, mi esposo tiene que regresar a Roma por cuestiones de negocio —la joven y hermosa mujer se sienta en el sillón individual —tráeme un café a mí también Isa, el viaje me ha dejado con dolor de cabeza.

—Mi señora... —pregunta de nuevo Isadora. Miro a las dos mujeres que son como dos gotas de agua, una más joven que la otra.

—Solo un té de menta, no suelo tomar café a esta hora —respondo amablemente. Isa se marcha para buscar nuestros pedidos dejándome a solas con mi suegra y mi cuñada. Esta última me mirada de manera despectiva como si quisiera encontrar algo negativo en mí, algo de la cual criticar.

—Bueno... ahora ya estas dentro de nuestra familia, una De Rosa, una mujer que no posee ni un gramo de sangre italiana —dice con reproche.

—La sangre es roja y es igual que todas, no cambia nada de que provenga de otro país y otra manera de vivir.

—Tienes toda la razón querida —premia mi suegra mientras lleva la taza de café a su boca —eres una mujer muy hermosa estoy segura de que mi hijo tendrá bonitos hijos contigo —el simple hecho de que ella toque el tema de los hijos me pone tensa —por otro lado, solo espero que te adaptes bien a nuestra manera tradicional de vivir, claro está que no será problema para ti ya que tu misma creciste dentro de ellas, pero cada país tiene cultura propia.

—Tratare de adaptarme, aunque no pienso olvidar de dónde vengo, aunque lleve el apellido De Rosa sigo siendo Amaya Abbar hija de un alto jefe y Jeque de los emiratos árabes —respondo sin titubeo. Mi cuñada me mira de arriba abajo y ladea su cabeza como si viera frente a ella un bicho raro.

—Es bueno saber que tienes muy marcado de dónde vienes, pero esto es Italia, ahora eres la esposa de un hombre italiano que gobierna su imperio con una base fuerte, nuestras tradiciones son como la constitución de un país querida.

Isa llega en el momento exacto para interrumpir la disputa entre mi cuñada y yo. La mujer me da mi taza de té para después entregarle a mi cuñada su café, cuando se marcha decido atacar.

—Y que tiene que no sea italiana, tu hermano estuvo muy claro cuando me obligo a caminar hacia el altar sin siquiera pensar de donde provengo. No traten de cambiarme porque no lo hare, tengo mente propia e ideologías propios, puede que me adapte a la vida aquí, a sus comidas, incluso podría adaptarme a cómo viven sus vidas siendo las esposas de mafiosos italianos. Pero eso no cambiara de que llevo sangre Emiratí, y de que mis servicios de esposa son mucho más diferentes a los de ustedes.

ESCLAVO DE TU AMOR TOMO 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora