Capítulo 20: Una Sorpresa Inesperada

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***Serena***

Hace días que siento el estómago envuelto y con algunas náuseas. Pero también como no voy a sentir si no dejo de comer, doy una vuelta y me pego comiendo como una hambrienta, que hasta es pecado, ya que la glotonería es uno de los siete pecados capitales.

—¿Cómo me quedó este vestido, Serena?

—Uy Mancini, ¿quieres matar a mi hermano?

—Un poco de descaro no hace ningún daño. —Dice Beatrice y me alegra que su relación con William vaya muy bien.

Decidimos tomarnos esta tarde libre para hacer algunas compras porque necesitaba ropas porque algunas me están apretando debido a los kilos que gané. Todavía estoy enojada con Sam y, como dice James, mi orgullo habla más fuerte y no me deja perdonarlo. Juro que quiero, pero no puedo. Lara me dijo que mi bombón le dejó muy claro a la ingeniera premiada que la relación entre ellos es puramente profesional y que no habrá nada más que eso.

—¿Serena que te pasa que últimamente has estado muy floja?

—No lo sé James, siento un cansancio y un hambre que no se quita.

—Si sigues comiendo así, te verás como una ballena. —Empezamos a reír a carcajada.

—He terminado aquí, ahora podemos ir a otra tienda. —Agrega la pelirroja.

Salimos de la tienda que íbamos a ir a otra que tiene modelos de una colección exclusiva. James no puede quedarse callado por mucho tiempo y comenzó a decir que ha estado sin follar durante un mes y varios días.

—Ahora te voy a llamar Don Polla Fría.

—No bromees, no es gracioso, mujer. Estoy sufriendo. —Dice James con cara de niño sufriendo.

—¿Y cuándo vas a perdonar a tu hombre? —No quiero hablar sobre eso.

—Serena, ¿no crees que es hora de perdonar a Samuel? Él realmente está sufriendo. William me dijo que incluso perdió algo de peso. —Comenta Beatrice

—¿Y cuál es mi culpa?

—Realmente no es tu culpa, pero es como siempre te digo, tu terquedad y orgullo te ciegan. Estás sufriendo por estar lejos de él y, sin embargo, prefieres no perdonar.

—Suficiente ustedes dos, no quiero escuchar más esto.

Entramos a la tienda y una vendedora se fija en nosotros de forma denigrante, como si fuéramos poca cosa. Empezamos a ver algunos modelos entre conversaciones y risas y ella se acerca cuando cojo un bolso.

—Señorita, este bolso es un modelo exclusivo y de edición limitada.

—¿No veo el precio, cuánto cuesta?

—Pienso que usted no puede pagar este bolso. —Ahora esa hija de puta me va a conocer. Incluso si no tuviera el dinero para pagar por el bolso, no tratas a un cliente de esa manera.

—Escucha aquí. ¿Crees que entraría en esta tienda si no tuviera dinero? James y Beatrice se unen a mí.

—Déjame aclarar esto: ¿Se está burlando de nosotros? —Así es Jaime. —Beatrice comenta. Estos vendedores en este tipo de tiendas son tan groseros con los clientes que dan ganas de abofetearlos.

—Señorita, no grite porque esto no es una tienda de barrio.

—¿Qué? Grito si quiero. Debes aprender a tratar mejor a tus clientes porque ellos son los que pagan tu sueldo. —Observo a un hombre, supongo que de unos cuarenta años, que se acerca a nosotros y por la etiqueta de su atuendo es el gerente.

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