Capítulo 36: Sexto Sentido

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***Serena***

Observo detalladamente a Sara y puedo notar que su mirada maliciosa no ha desaparecido. Solo Sam podría creer en esa víbora venenosa; es obvio que está fingiendo esa parálisis para que él sienta lástima y lo utilice a su favor para tener a Sam cerca. Puede engañar a mi bombón, pero a mí no. Está aquí con una señora que supongo es su madre porque empuja su silla de ruedas y otro rostro muy conocido, «Marla Gates», y me sorprende saber que ambas son amigas.

—Es mucha coincidencia encontrarnos aquí. ¿Acaso me estás siguiendo? —Comienza a reír con sarcasmo, haciendo que mi irritación aumente. No puedo darle una bofetada porque está usando esa maldita silla de ruedas.

—No te consideres tan importante porque no lo eres. Vine aquí porque este centro comercial me trae grandes recuerdos del tiempo en que Samuel y yo estábamos juntos.

—Serena, ella es...

—Sí, la difunta que no murió. Sara Davis, exnovia de Sam. —Respondo a la pregunta de Beatrice, haciendo que mis hombres se pongan en alerta, mientras mis amigos y yo intercambiamos miradas antes de concentrarnos en las tres brujas de Salem que están frente a nosotros.

Si estuviéramos en los tiempos de la caza de brujas, estas tres serían juzgadas y condenadas a morir en la hoguera.

—¡Qué bueno, pero pienso que será mejor para ti y, sobre todo, para tu salud, no quedarte atrapada en los recuerdos del pasado! Debemos tener fuerza y resiliencia para seguir adelante.

—Sigues siendo la misma niña engreída, consentida, caprichosa, arrogante e irritante. — Agrega ella, provocando que suelte una carcajada.

—También puedo decir lo mismo de ti: el olor de tu maldad se siente a kilómetros de distancia, me pregunto cómo puedes soportarte a ti misma. ¿Cómo es posible que tanto veneno en tu interior no te intoxique?

—Escucha aquí, mocosa, ¿quién te crees que eres para hablar así con mi hija? Mi Sara es mucha más mujer que tú. —Exclama la madre, gritando, y las personas que pasan comienzan a observar nuestra discusión.

—Si no quieres que hable así con tu hija, retírala del camino porque está bloqueando el paso. —Hago un gesto con las manos para que se aparten de nuestro camino.

—Eres una asquerosa.

—Y usted es una bruja, al igual que estas dos que la acompañan. —James es el primero en reír a carcajadas, haciendo que las tres estallen de rabia. Marla intenta acercarse a mí, pero es detenida por uno de mis guardias de seguridad, que le aprieta el brazo sin delicadeza alguna.

—¡Suéltame, idiota de mierda! Y tú, —dice señalando y apuntando con el dedo a Beatrice—, no pienses que me he olvidado de ti. Tarde o temprano me pagarás.

—Aquí nadie te tiene miedo, Marla. Mete algo en esa cabeza hueca tuya, soy italiana. Intenta meterte conmigo y verás lo que es el verdadero infierno en la tierra. —Dice mi pelirroja y me enorgullece ver cómo se defiende.

—Sara, por favor, no me mires con mala cara porque no podré devolverte la misma, mi rostro es muy hermoso y me impide mirarte así. —Comento con una mirada burlona.

—No sabes cuánto te odio, Serena. Siempre supe que querías a Samuel; era bastante obvio.

—Nunca lo oculté a nadie.

—¿De verdad crees que te quedarás con Samuel? No, Serena, eso no va a suceder porque estoy de vuelta y lucharé con todas las armas posibles para recuperar lo que me pertenece, y Samuel es uno de ellos.

—Estás muy equivocada. Pero no me quedaré aquí escuchando tus tonterías. Hombres, hagan el favor de quitar a estas tres brujas de Salem de nuestro camino.

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