Capítulo 30: Más Feliz Que Antes

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***Serena***

Tres meses después.

—Nana, voy a Dalton Enterprise a recoger a Sam para ir conmigo a la ecografía.

Hoy mi bombón y yo sabremos el sexo de nuestro bebé. Sam insiste en que será un niño y yo insisto en que será una hermosa niña como su madre. Mi barriga no deja de crecer, y yo no dejo de comer. Al principio pensé que podría ser malo, pero la doctora me dijo que es muy normal que las embarazadas tengan un apetito por encima de la media. Pero claro, solo como comida sana.

Mi vida con Sam no podría estar mejor, él cuida muy bien de mí y me consiente en todo, hacemos el amor como dos conejos queriendo más y más, por la mañana, por la noche, a todas horas y en todos lugares. Nuestro bebé ya se mueve y al parecer adora oír la voz de su padre, porque cuando decido hablarle, se niega a moverse, es solo que Sam diga hola y mi barriga se convierte en un campo de batalla.

Haré un breve resumen de lo que pasó en estos dos meses: En la mansión la felicidad reside, y tampoco podría ser de otra manera porque con Pippa todo es alegría. Sigue estudiando en la escuela del internado para estar cerca de la madre superiora. Con William y Beatrice todo va bien, pero de vez en cuando discuten por un motivo más que obvio, «Marla Gates», a pesar de que William dejó claro que la relación es puramente profesional, ella insiste en intentar seducirlo. Pero pronto tendré el enorme placer de poner esos labios tipo culo de pato en su sitio, con mi amiga nadie juega.

Mi querido amigo James sigue siendo Don Polla Caliente, y por cierto, Dios escuchó mis oraciones y le envió un novio. ¿Recuerdan al doctor que me atendió cuando me desmayé? Sí, ese mismo. James y él se están conociendo mejor y por lo que parece es más serio de lo que pensé. Aún no he conseguido descubrir qué pasa entre mi papá y Lara, pero la tensión entre los dos es innegable y cada día crece más.

—Mi niña, sabes perfectamente que el Señor Samuel no quiere que conduzcas.

—Nana, por favor, tú también no. Ya es suficiente con Sam.

—Pero luego es a mí a quien él pregunta por qué te permití conducir. —Ruedo los ojos porque estoy cansada de las imposiciones de mi padre y Sam. Cuando supuse que sería imposible ver a estos dos de acuerdo en algo, surge esto. Simplemente, los dos decidieron que debería dejar de conducir, a pesar de que la doctora les dijo que no pasaría nada si conduzco de vez en cuando.

—Nana, ya me voy. —Me despido de ella dejando un beso en su mejilla.

Tomo mi coche para irme, y después de unos minutos, estaciono frente a Dalton Enterprise y es Alfonso, el conductor de William, quien me ve.

—Señorita Lawrence, el señor Dalton no quiere... Le hago un gesto para que no termine porque ya sé lo que iba a decir.

—Alfonso, por favor, estaciona mi coche porque saldré con Sam y no lo necesitaré más por hoy. —Le doy la llave y entro al edificio, captando las miradas de los trabajadores y visitantes que circulan por ahí.

La última vez que estuve aquí fue el día de la inauguración de los laboratorios, y ese día por muy poco mi bombón me perdía. Continúo mi camino y, para amargar mi día, me encuentro de frente con la Barbie de silicona de Marla Gates. ¿En serio esta mujer no tiene espejo en casa para ver cómo están sus labios?

—Mira a quién tenemos aquí. Serena Lawrence o, mejor dicho, la futura señora Dalton. ¿Cómo prefieres que te llame? —Pregunta, y puedo detectar la ironía en su sonrisa, que pronto tendré el placer de borrar.

—Partiendo de que tú y yo no tenemos intimidad, entonces para ti es señorita Lawrence. —Hace un puchero con los labios y me responde que lo pensará.

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