Capítulo 22: Fruto de Nuestro Amor

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***Serena***

Aún me cuesta asimilar que estoy embarazada. «¿Cómo pudo suceder?», me pregunto, aunque en el fondo sé la respuesta. Una risa irónica se escapa cuando recuerdo esa noche apasionada con Sam; nos dejamos llevar sin pensar en las consecuencias. Ahora debo enfrentar la realidad y comunicarle que pronto seremos padres. Sonriendo, salgo del hospital, acariciando mi vientre. La doctora ha sido increíble, asegurándome que mi bebé está bien y recomendándome vitaminas esenciales. Le pedí que me acompañe durante todo este proceso, confiando en su profesionalismo.

El reciente incidente todavía me preocupa, pero intento mantener la calma por el bien de mi bebé. Confío en que mis tíos y Sam harán todo lo posible para resolverlo. Mi objetivo ahora es disfrutar cada momento de este mágico proceso. Pero mientras me aproximo a mi coche, un escalofrío me recorre al darme cuenta de que unos hombres armados están cerrando el paso hacia mí.

—No se mueva ni intente gritar. A menos que quieras dejar eso para mejor.

—¿Quién eres y qué quieres? —Virgen Santa protégeme. Mi corazón late con fuerza, estoy temblando y muerta de miedo. No me puedo enojar, tengo que mantener la calma por el bien de mi bebé.

—No te interesa saber quién nosotros somos. Solo haz todo lo que decimos y todo estará bien.

—Mi familia tiene dinero. Si quieres dinero, no hay problema. —antes de poder pronunciar palabra, una voz firme detrás de mí ordena—. «Camina». —Me guían hacia un vehículo negro. Me instan a entrar y, comprendiendo la gravedad del momento, obedezco, quedando flanqueada por dos de ellos.

Una mezcla de miedo y angustia me embarga; deseo gritar, liberar mi desesperación, pero no puedo. El auto arranca bruscamente, llevándome a un destino desconocido. Notando su intención, percibo cómo uno de ellos se prepara para vendarme los ojos con un pañuelo negro.

—Por favor, no me hagas daño. Ya dije que mi familia tiene mucho dinero y puede pagar lo que pida. —Comento, pero ninguno responde. Luego de una extensa caminata, el vehículo se detiene y, con la ayuda de dos de ellos, me hacen descender. Percibo el inconfundible aroma del agua salada a mi alrededor. Mis intentos por moverme se ven frustrados, ya que su firme agarre no me lo permite. La ansiedad comienza a apoderarse de mí, y mis gritos irrumpen en el silencio, alimentados por el miedo creciente de estar siendo víctima de un tráfico inimaginable.

Me dirigen a caminar y no tengo más opción que obedecer. Después de unos minutos, ascendemos por una rampa. Al final, una voz masculina me recibe, intensificando mi temor. Mis manos y piernas tiemblan involuntariamente, pero el hombre me aferra, pegando mi cuerpo al suyo. Para mi sorpresa, comienza a hablarme en francés. ¿Cómo podría saber que comprendo ese idioma? Un sinfín de preguntas invade mi mente al percibir que algo no cuadra. Sin embargo, lo que realmente acelera mis pulsaciones es un aroma familiar. Si mis sospechas son correctas y reconozco a este hombre, juro que se arrepentirá de haberme involucrado en esto.

Finalmente, dejamos de caminar y me hace sentar en una especie de cojín porque el yate está a punto de despegar. Al cabo de unos minutos siento que ya estamos lejos de la costa porque no oigo ruidos.

—Serena comme tu es belle. —Comenta en francés arrodillándose frente a mí. ¿Cómo puedo saber? Porque lo sentí cuando se arrodilló. No sabe que en unos minutos será un hombre muerto. Siento sus dedos trabajando en el nudo del pañuelo que oscurece mi vista y una fuerte tentación de empujarlo al mar me invade. Cuando finalmente retira la tela, mis ojos se encuentran con los suyos, que muestran una sonrisa cargada de confianza.

—¡Mocosa!

Permanezco en silencio sin mencionar una sola palabra, simplemente mirándolo porque no puede borrar su dicha sonrisa. Cuando menos lo espero, empiezo a golpearlo por el susto que me dio.

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