Capítulo 32: La Sospecha No Falla

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***Serena***

Desde que surgieron nuevamente esas publicaciones sobre Sam y sobre mí, mi vida no ha sido la misma. Intento al máximo no dejarme afectar por ello, pero es imposible, ya que saber que hay un loco allá afuera queriendo hacerte daño no es saludable para nadie.

Debido a esto, mi padre y Sam decidieron que debía tener seguridad conmigo, privándome de mi libertad. Además del coche en el que estoy, hay otros dos coches con seguridad. Incluso para ir al baño tengo que llevar a la seguridad porque los inteligentes que piensan en todo, contrataron a una mujer para que forme parte de mi equipo. Honestamente, estoy cansada. Le dije a Sam que es exactamente eso lo que esta persona busca, volvernos locos a todos.

En la universidad, apenas puedo hablar con mis compañeros que ya hay un par de ojos en nosotros. Me estoy sintiendo frustrada, pero tengo que soportarlo para mantener a mi familia y amigos más tranquilos. Incluso Cristobal Lambert y el senador Vargas también están metidos en esto. Cristobal Lambert me dijo que debería dejar de ser terca y cumplir con todas las medidas impuestas para garantizar mi seguridad.

Ahora estoy de camino al apartamento de mi padre para hacerle una visita sorpresa. El pobre está tan preocupado que quiero animarlo un poco con mi presencia; así almorzamos juntos y pasamos una tarde relajada de padre e hija. Al llegar al edificio, tomo el elevador privado de él que me llevará a la Penthouse. Al salir, encuentro a Audrey, su gobernanta, esperándome.

—Qué gusto verte, señorita Lawrence.

—También yo, Audrey. —La saludo con un beso en cada mejilla, y ella recibe el bolso que llevaba conmigo. Me gusta estar aquí. El apartamento de mi padre es tan lujoso, hasta diría que más en comparación con el de Sam.

—No informé a mi padre que vendría porque quiero darle una sorpresa. ¿Dónde está? —Audrey estrecha los ojos manteniéndose en silencio con una expresión que sugiere que está ocultando algo.

—¿Qué sucede, Audrey? —Ella sigue en silencio—. ¡Audrey!

—Señorita, es que su padre no podrá recibirla ahora.

—¿Y por qué? —Pregunto curiosa por saber.

—Está ocupado. —Responde sin decirme qué está haciendo o con quién está.

—Lo tengo decidido, entonces. Iré a su despacho. Estoy segura de que estará encantado al verme. —Afirmo con confianza. Sin embargo, cuando intento dirigirme hacia el despacho, Audrey rápidamente se interpone, bloqueando mi camino.

—Él no está en el despacho.

—Audrey, por favor, dime de una vez por todas dónde está mi padre. —Ella vuelve a quedarse muda y sé que oculta algo, porque de lo contrario ya me lo habría dicho. Me dirijo al sofá y me siento, esperando su respuesta. Comienzo a mover mi pie en señal de que espero que hable.

—Está bien, señorita, lo diré. El Señor Lawrence está cerrado en su habitación, pero por favor no me pregunte con quién, porque no lo sé. —Responde y abro los ojos sorprendido por lo que acabo de escuchar. Así que mi papito está muy bien acompañado y haciendo de las suyas. Comienzo a reír por todo el drama que ella hizo para decirme eso.

—Audrey querida, ¿por eso te pusiste colorada? Relájate, eso es normal. Mi padre es un hombre y no creo que haya estado casto todo este tiempo.

—Señorita Lawrence, por favor. —Muevo la cabeza, siguiendo pensando en quién podría ser la persona que está con mi padre—. Audrey, ahora tráeme un helado de maracuyá y fresa de esos que solo tú sabes hacer, porque a baby George y a mí nos encanta.

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