Mi locura, mi verdugo y mi salvación

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Mariana pankratova.

Estaba en un bosque con muchas flores y árboles. un vestido blanco y una trenzas en mis cabellos que me lo recogía en los laterales, tenía un libro de poesía.

“Este amor que quiere ser
acaso pronto será;
pero ¿cuándo ha de volver
lo que acaba de pasar?
Hoy dista mucho de ayer.
¡Ayer es Nunca jamás!

Moneda que está en la mano
quizá se deba guardar:
la monedita del alma
se pierde si no se da.”
Antonio Machado

— ¿que significa eso amor?— maximiliano me acariciaba los hombros mientras yo le leía.

—Al contrario de las cosas del mundo, de las monedas que tanto valoramos, el amor es lo único que se pierde si no se da.

— Poe eso siempre te daré amor— sonrie.

En eso corre unos niños cerca de nosotros de espaldas.

— Niños vengan—los llamo.

Ellos voltea y salen corriendo a dónde nosotros.

— Sinahi has caso y ven.

Noto a la niña volteada, pero aún no gira, por más que la llamen...

       
                                  π

Siento frío, mucho frío.

Me levanto y estoy en una colchoneta en el suelo en una especie de habitación, que sueño tan raro tuve, me duele la cabeza y como puedo me incorporo para detallar el lugar. Todo está gris que sientes como si todo te fuera a encerrar. Enrollo mis piernas lo que puedo y me acaricio la barriga dónde estan mis criaturas.

— Todo va estar bien—les susurro.

No dejo de pensar todo lo que pasó en la casa de los corleone, los disparos, las palabras de Andreina, el arresto de max y con un nudo en la garganta la muerte de Andreina...

Abren la puerta y me voy hacia un extremo de la habitación.

— No temas que aún no te haré daño— rei sarcásticamente.

— Aún no, vaya que esperanza—respondo con sarcasmo.

El encapuchado trae una bandeja con comida.

— Come, si no, lo que tienes en la barriga no sobrevivan más de un día— a regañadientes llego a dónde me colocó la bandeja y la atraigo a mi.

— ¿Para que me tienes aquí?— sentía que me detallaba aunque no pudiera verlo por su máscara.

— Buena pregunta—salió y después volvió a entrar arrastrando una silla, en la cual se sentó—Te tengo aquí de carnada. No tengo nada contra ti, pero si del padre de los engendros que tienes por hijos.

Apreté tanto los dientes que temi que se me Volarán por los aires.

— No te refieras de mis hijos de ese modo— el inclino la cabeza un poco.

— Eres muy linda para estar con un mafioso— se callo de repente y imaginé que sin querer se le salió lo que pensó.

El hombre salió y quede sola para poder comer tranquila.

Temblaba de frío, pero por lo menos estaba tranquila. Había comido. Necesitaba salir de aquí por qué el frío me estaba calando los huesos. En eso abrieron la puerta otra vez y entro un hombre con un arma.

— Andado

Ordenó y me levanté como pude, por qué ni empatía tenía, a ayudar una mujer embarazada.
«que esperaba de gente desalmada como ellos».

No me hieras Tanto.   Aprende Conmigo Vol..1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora