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ELRIK ALLISTER.

Con la toalla enredada en mi cintura salgo del baño y voy directo al armario donde rápidamente me visto de uno jeans junto a una camiseta negra para luego pasar mis dedos por mi cabello humedo.

Jamás me han gustado las sorpresas y supongo que es por él a quien debo de darle las gracias de haberme arruinado mi infancia de todas esas sorpresas desagradables que a los ojos de él eran lo mejor para mí y mí futuro.

La cosa es que, después de dejar a la princesita en su lujoso y llamativa casa o mejor dicho su castillo me vine a mi casa donde lo primero que recibí son órdenes de parte de Gabriel exijiendo que me pusiera ropa desente y no la ropa de pordiosero que suelo usar, cosa que no le haré caso, pues puede que controle muchas cosas sobre mí vida, pero no en la forma que visto.

Me miró en el único espejo completo que tengo en mi habitación y al darme cuenta que me veo igual que todos los días, me doy cuenta que ya estoy listo para lo que sea que Gabriel haya planeado.

Atravez de espejo noto la cadenita con un diamante azul o mejor dicho su cadena reposando en mi mesita de noche, la muy torpe se le debió de caer en algún momento en el carro y jamás se dio cuenta y para ser sincero no creo que se de cuenta que ya no lo tiene y que sobre todo, que yo lo tengo, me e dado cuenta que ella es demasiado torpe, ingenua y sobre todo irritante o lo es para mí.

Me ha sido difícil en esta última semana tenerla cerca y tenerle que estar soportando cosa que, me sorprende de mí mismo, pues no a todos soporto como la soporto a ella que lo único que sabe hacer es sacarme de mis casillas.

Unos toques en la puerta llaman mi atención y sin decir una sola palabra la puerta se habré solo un poco como para que la cabeza de mamá se asomara.

-Hijo, tu padre ya nos quiere abajo -habla con su dulce voz. Todavía no puedo creer que una mujer tan dulce y cariñosa se haya casado con un hombre cruel como lo es Gabriel.

-¿Hilai también...? -ni siquiera fue necesario terminar la pregunta cuando ella ya estaba asintiendo -. Bien...

-¿Hijo?

-¿Si?

-No hagas nada que tu a padre le moleste ¿sí? -su semblante decayó un poco.

-Mamá... -protesto a su petición. Sabe que no puedo estar callado cuando se trata de estar en el mismo lugar que él.

-Hazlo por mí, por favor -pide en una súplica sutil que sabe que siempre funciona en mí.

Suspiro cansado mientras me tomo el puente de mi nariz con pura frustración.

-Haré lo mejor que pueda -una sonrisa sutil aparece en ella haciendo que yo también asomara una sonrisa ladeada-. Ahora serías tan amable de decirme quién vendrá como para que me pidas que me comporte -me es imposible no hablar.

Ella cierra los ojos y niega sin borrar su sonrisa.

-Anda, baja -dice abriendo más la puerta, pero sin adentrarse a la habitación-. Antes que lleguen y que tu padre se enoje.

En cuanto abre por completo la puerta me deja ver su vestido negro que se pega sutilmente a su figura junto a su collar de perlas, esas que solo usa cuando en momentos especiales y es donde me percato que quienes esean que vienen deben de ser importantes.

Por unos segundos me quedo sin mover un solo dedo mientras trato de adivinar de quiénes se trata, pero al no tener ni una jodida idea mejor vuelvo a mirarla a sus ojos grises los cuales no me han dejado de ver con ese brillo que solo tienen cuando me ve.

Por Favor, No Me Odies [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora