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Me tense. Me paralize. Me quedé atónita y me fue imposible tragar saliva por el nudo en mi garganta. Mis manos se aferraron en los reposabrazos de las sillas tan recio que si tuvieran vida ya se hubieran quejado.

No sé si Daniel sigue atrás de mí, no sé si sigue allí o se fue dejándome sola, lo único que escucho es el eco de gotas de agua desde la distancia caer, puede que sea una gotera, un grifo o la lluvia creando un agonizante y aterrador silencio que a cualquiera le pondría los vellos de punta y el nerviosismo a flor de piel, un ejemplo; Yo.

Sus ojos parecen penetrar cada fibra de mí alma. No me quita la mirada en ningún segundo como temiendo a que, sí lo hace podría salir corriendo y no dudo que lo haga una vez me quite la vista de encima. Es lo que quiero hacer. Huir, no mirar a atrás y solo correr muy, muy lejos de aquí cosa que no parece pues estoy tan quita como una piedra sobre la silla, como sí mis piernas hubieran olvidado como funcionar.

Quiero que esto sea una pesadilla.

Una horrible pesadilla.

Una pesadilla de las tantas que he tenido y de las cuales siempre despierto en mi habitación, en mi cama. A salvo.

Pero me queda claro que esto no se trata de una pesadilla cuando Eduerdo sin quitarme la mirada de encima saca una pistola pequeña y plateada y la deja sobre la mesa y aún lado de él como si fuera una amenaza silenciosa pero mortal. Me estremecí y solté un respingo.

—¿Sabes cuándo una persona se vuelve una amenaza para uno mismo, querida? —Eduerdo corta el silencio al igual que el contacto visual, pasándola atrás mío y quiero creer que es a mi hermano a quien mira.

Unos segundos más en silencio cuando me obligo a decir en voz cortada, temerosa:

—No.

Hace un hum antes de asentir, pensativo.

—Verás, cuando una persona nace en cuna de oro su vida ya está planeada milimétricamente y perfectamente desde a que escuela irá, circuló social y con quien pasará el resto de su vida. Cada minuto ya está planificado —dice, llevando todo su peso al respaldo de la silla y poniendo un codo sobre uno de los reposabrazos y apoyar su cabeza un poco sobre su mano—. Son piezas en un tablero de ajedrez para un propósito y cuando no se mueven según el juego echan a perder años de planeaciones, de estrategias y tiempo, ¿tienes idea de lo que se siente que una pieza no haga lo que tiene que hacer? Es frustrante.

Aún con el pánico abriéndose paso por cada centímetro de mí cuerpo, fruncí el ceño levemente algo que él no pasa desapercibido. ¿Piezas? ¿Ajedrez? ¿Juego? No estoy entendiendo por más que quiera, ni mucho cómo esque yo estoy involucrada porque algo me dice que lo estoy de no ser así, ¿yo por qué estoy aquí?

—Tú eras una de mis piezas más preciadas y quien me haría llegar a donde yo quiero quería estar. Tú serías mi peldaño para subir —una sonrisa pequeña y retorcida aparece en sus labios, pero tan rápido como apareció, se esfumó convirtiendo su rostro tan serio, tan amenazante que dejé de respirar—. Tan preciosa como tú madre, pero tan estupidas a la hora de moverse segun el juego. Nunca entendieron que eran piezas.

Mi corazón empezó a latir en mis oídos. Tan rápido. Tan ruidosamente. Tan inquietante.

—Te has convertido en una pieza inservible para mí tablero y una amenaza la cual me tengo que deshacer antes que te vuelvas un problema para mi —una soga invisible se enredó en mi cuello cortándome el aire. Desde que entre a este lugar mi tiempo ya empezó a correr. Moriré, lo sé.

La arena de mi reloj ya empezó a caer.

Mis ojos se empezaron a empañar, mis manos apretaron su agarre en la madera de los reposabrazos de la silla y mi alma se fue al suelo.

Por Favor, No Me Odies [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora