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—¡Abrahel! —un gritó se escucha desde afuera de mi habitación haciendo que diera un brinco en la cama, asustada.

Otro gritó llamándome hace que reconozca la voz de mi hermano. En pocos segundos entra un poco apurado y cierra la puerta a sus espaldas, como si no quisiese que nadie más escuche lo que tiene para decirme y yo no sé sí estoy lista para escuchar sea lo que sea que me dira.

—¿Que mierda te sucede, Janus? —inquiero cerrando de golpe la laptop. Lo que menos quiero es que mire lo que estaba mirando.

Lo sigo con la mirada cuando este camina hacia mí cama y se tira de golpe hacia ella dejando su cabeza a pocos centímetros de mi rodilla y la laptop.

—Necesito tu ayuda —pide mirando el techo, después de unos segundos sin decir nada—. Es de vida o muerte.

Cierro los ojos y luego suspiro cansada.

—¿Ahora que hiciste?

—Lo que todavía no hago —corrige. Estoy a nada de tomarlos de las greñas y sacarlo de mi habitación ya que tenerlo aquí son malas noticias— ¿Me ayudarás o no?

—Depende —me encojo de hombros—. Dime primero y luego te digo si sí o si no.

Sus ojos almendrados me miraron desde su posición con un poco de incredulidad en ellos. Esta mal si cree que no pediré nada a cambio, no después de que la ultima vez que lo ayude me castigaron por cubrirlo.

—¿Qué? ¿Acaso pensabas que te ayudaría así, sin más? —sonreí con ironía—. Pues estabas equivocado. Dime que se trata.

—Cómo sabes y todo gracias a ti, papá también me castigo —empezó a echar me lo en cara—. Por lo que tienes que ayudarme.

Algo que no he mencione fue que, y como lo había dicho, Janus sabía de esa fiesta y sobre todo él me vio salir por la ventana aquella noche, pero calló o más o menos, por qué abrió la boca a la mañana siguiente cuando estábamos desayunando tranquilamente aún en mis adentros me estuviera muriendo de la resaca.

—No, no tengo el por qué ayudarte a lo sea que quieras y, ¿Sabes por qué? Por que sin tan solo te hubieras quedado callado, ni tú, ni yo estuviéramos en esta situación —Ataque haciéndome la digna—. Así que no me vengas con eso de que tengo que ayudarte, bocón.

Mí hermano me mira con incredulidad pura.

—No iba a decir nada, pero cuando me enteré que ellos... —se calla de golpe dejando a medias la frase—. En primer lugar no debías de haber ido. Tienes diecisiete. No te mandas sola.

Se lo que iba a decir. Los Allister, pero aquí la pregunta es ¿Por qué no me quieren hablar de ellos?

—Como sea... —siguió hablando—. Hoy en la noche habrá una fiesta, aquí el problema es qué papá me prohibió ir, pero como él no estará...

—¿Quieres que mantenga mí boca cerrada? —él asintió. Me crucé de brazos y lo miré fijamente—. ¿Y yo qué gano?

Una vez más me mira con recelo desde su lugar.

—Haré que te devuelvan la tarjeta —dice y alcé una ceja, interesada—. Además convencere a papá de que el entrenamiento con Damon acabe, si es que me ayudas, claro.

—¿Y como lo convencerás de eso? —cuestiono no muy convencida—. Ambos sabemos lo obstinado que es papá. Ni siquiera Daniel puede hacerlo cambiar de opinión mucho menos en sus decisiones.

—Hermanita, hermanita —repite negando con la cabeza—. Yo siempre tengo un as bajo la manga —contesta con diversión en su tono.

Bueno, en eso último tiene razón, siempre ha tenido dotes de persuasión que lo ayudan a casi siempre salirse con la suya, no me sorprendería que él convenciera a papá de levantarme el castigo, pero dudo que haga que las prácticas con Damon acaben.

Por Favor, No Me Odies [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora