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Elrik.

Una de las tantas cosas que he aprendido a lo largo de mí vida es ha no demostrar lo que en verdad siento. Ocultarlo en lo más profundo de mi ser y jamás dejar que alguien vea atravez de mí.

Construir una barrera invisible ante todo y todos  y jamás dejar que nadie la cruce. Hacerlo sería demostrar mis debilidades, debilidades que no dudarían en usarlos en mí contra.

Manten la cabeza alta.

—No demuestres tus emociones.

—Mantente neutral ante cualquier situación.

—No seas un incompetente.

—Manten el apellido Allister en alto.

—Eres mí hijo por lo tanto, tienes que ser peor que yo.

—Cabeza en alto, nunca la bajes ante nadie, chico.

Las palabras de Gabriel resuenan en mí mente aunque no quiera, mientras mí vista sigue cada paso, cada movimiento y cada gesto del sujeto que camina de un extremo a otro en este reducido lugar, estresado.

No lo voy a mentir, hubiera matado a ese gusano de no ser por qué la policía llegó y si eso hubiera pasado, hubiera ganado que Abrahel me temiera y es lo que menos quiero hoy y en algún futuro. Sí lo hubiera hecho, le hubiera demostrado mí lado más oscuro, mí yo que no quiero que vea, por que estoy seguro que sí ella lo ve, me dejará y no puedo.

En ese momento me llené de coraje, de rabia e impotencia al ver como la empezó a tocar, ver como la tenía bajo de él, mietras ella suplicaba que no lo hiciera.

Regreso a la realidad cuando él rubio quien de seguro es un puto agente del FBI y que deben de estar alertados a los negocios de Gabriel; se sienta en frente de mí y, con su filosa mirada azul, me mira. Una mirada que destila rabia dado que es la misma manera en la que lo he estado mirando los treinta minutos que me han mantenido aquí encerrado y esposado.

Pero para mí esto ya no es novedad. Miles de veces en el pasado he experimentado esto. A tipos como él que creen que solo con hacerme preguntas o hacerse los rudos harán que habrá el hocico.

—Muy bien... —él rubio se sienta en la silla enfrente de mí, en el otro extremo de la mesa de hierro—. Podemos hacer esto por las buenas o por la malas.

Aquí vamos de nuevo.

Pongo los ojos en blanco y sin dejar de quitarle mí tajante mirada de encima, llevo todo mí peso al respaldo de la mesa, manteniendo mis manos en mi regazo. Solo espero que a ella ya la hubieran sacado de este lugar de ser no ser asi, estoy seguro que ahora mismo se esta cagando de miedo.

Aprieto mi mandíbula cuando la camisa roza la herida que ese hijo de puta me hizo a un costado y que, por supuesto, no me han atendido.

—¿Y qué pasa sí decido irme por las malas? —cuestionó haciéndo que una sonrisa ladina apareciera en sus labios, como sí le hubiera gustado mí pregunta al hijo de perra.

—Sino decides cooperar con nosotros, Allister —me mantengo tan tranquilo como cuando llegue, cuando se inclina hacia adelante queriendo intimidarme, pero se necesita más que una mirada tajante para hacerlo—. Iría directo a un reformatorio solo por herir no solo una vez, sino dos veces a un adolescente y no creo que incluso con todo el dinero que su padre daría, lo salvaría esta vez, Allister —si tan solo supiera que he hecho muchas cosas peores que dispararle a tipos como ese hijo de papi—. Pero creo que eso tú ya lo sabes, ¿No? —una sonrisa demasiada fanfarrona aparece y yo solo apreté mis puños al igual que la mandíbula, algo de mí sabía que sacaría eso a relucir—. Después de todo ya has estado en uno, ¿Verdad?

Por Favor, No Me Odies [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora