CAPÍTULO 12: ESTAR EN CASA.

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La castaña había llegado a la casa de sus padres por la mañana y todos ahí la recibieron con fuertes abrazos. Estaban felices por tenerla en casa después de tanto tiempo sin verla, habían sido largos meses alejados sin saber nada del otro.

La relación con su padre era tensa, pero aquel hombre de todas formas la recibió con un fuerte abrazo y un beso en la mejilla porque siempre seria la primer princesa de papá.

Victoria era la más feliz.

—Te extrañe tanto, hermanita.—Le aseguro abrazándo a su hermana con fuerza. No quería soltarla por nada del mundo, quería que ese momento dure toda la vida si era posible.—No vuelvas a irte, por favor.—Suplicó mirándola con ojos de perrito.

—¿Hermanita? Soy la mayor, Victoria. De todas formas, yo también extrañe mucho estar en casa.—Aseguró mirando a sus padres.—Es lindo poder volver a casa un tiempo.

—Podrías estar aquí siempre, pero prefieres a esos gitanos.—Murmuro su madre de mala gana, recibiendo una mala mirada por parte de su esposo. Habían quedado en no mencionar de nuevo ese tema.

—Mamá, ya lo hablamos.

—Yo te di a luz, no esa mujer con la que andas.—Siguió haciendo una referencia clara a Polly Gray.—¿Cuando vas a entender eso, Iris? Me gustaría saberlo, porque no te entiendo.—Pidió.

—Ella no es mi mamá, yo lo sé, madre. Es otro tipo de vínculo, que no tiene porque importarte.—Intento aclararle nuevamente aquello a pesar de saber que nunca iba a entenderla.

—Todo por ese gitano de ojos azules al cual ni siquiera le importas.—Atacó directamente al corazón.—Por eso estas aquí, ¿Esta con otra mujer? ¿Eh? ¿Por eso viniste, para no verlo?

Iris clavo sus intensos ojos azules en su padre pidiéndole ayuda porque no iba a atacar a su madre, mucho menos delante de Victoria. Iris sabía como lastimarla, pero no quería llegar a eso con la mujer que le dio la vida.

—¡Ya basta!—Elevo la voz, dándole un golpe a la mesa.—Podemos simplemente disfrutar el hecho de que Iris está en casa, Por favor si no es mucho pedir.—Murmuro seriamente mirando a su mujer.

Suspiro.—Esta bien.

—Gracias, Papá.

El hombre asintió ligeramente mirándola con una pequeña sonrisa. Su niña era toda una mujer y apenas se estaba dando cuenta de eso.

—Cariño, hoy vendrá a cenar un amigo con sus hijos y mujer, espero no te moleste.—Aclaro cambiando el tema de conversación.—Olvide por completo que era hoy cuando llegabas y ayer los invite, lo siento.

Le sonrió.—No te preocupes, Papá, esta bien.

—Gracias, Cariño.

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La ojiazul había ayudado a su madre a preparar la cena para los invitados que aún no conocía, pero que según Victoria iban muy seguido a la casa. Le emocionaba conocer gente nueva y en la casa todos hablaban maravillas de aquella familia.

Agarro los platos para llevarlos a la gran mesa del living y justo en ese preciso momento entraba la familia Rogers por la puerta del comedor principal.

La pareja, tres hijos varones y una pequeña niña que iba en los brazos de su padre. Todos lucían elegantes, caros.

—Ella es Iris, mi hija mayor.—La presento su padre con una gran sonrisa llena de orgullo.—Les he hablado tanto de ti, que se morían de ganas poder conocerte.—Aseguró.

—Es un gusto, Soy Theo.—Se presentó el hijo mayor con una pequeña sonrisa adornando su rostro. Se acercó a la ojiazul tomando su mano para dejar un beso en la misma como lo haría un caballero.

—Eric.—Se presentó el hermano del medio, haciendo el mismo gesto que su hermano mayor.

—Y yo Jackson.—Le sonrió el menor, copiando a sus hermanos. Todos eran tan dulces.

—Un gusto, Soy Iris.—Les sonrió a los tres tomando su vestido para hacer una pequeña reverencia.—Si me permiten, iré a buscar a mi hermana.

—Claro, ve, cariño.

La castaña dio una última sonrisa y se dirigió al piso de arriba, en busca de su hermana menor. Al entrar, la contraría chillo con emoción desde su cama. Iris la miro confusa.

—¿No es hermoso?—Pregunto con emoción.

—¿Quién?

—Eric.

Iris río.—Te saca como dos años, Victoria.

—Eso no importa, Iris. Es guapísimo y su familia tiene dinero, es como un príncipe.—Aclaro mirando a su hermana.

—Estas loca, niña.

—A ti te gusta un gitano, que vienes a decirme a mi.—La acuso con cierta diversión.

—No me gusta ningún gitano, superen eso, por favor.—Pidió.—Estoy soltera y así estoy feliz.

—Theo esta soltero.—La miro con picardia.

—Lo felicito.

—Amargada.

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