-¡Mira quien eres, valora la mujer que eres, deja de meterte con puro pistolera flaca!
-Ni tu ni nadie me dirá qué hacer de mi vida.
-¿Esto es lo que quieres ser? ¿Una corriente pistolera? Eres una Zambada, Lucero, no puedes acabar en la demencia y...
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Actualidad | Venezuela "Semana diesiocho"
°°°
—Lucero yo creí que vendríamos por una arepitas o algo así, no a un lugar tan... tan lujoso—Dice Mabel mirando por la ventana del.
—No te preocupes, yo los invité—No muy seguras ellas me siguen dentro del restaurante ubicado en Las Mercedes.
Nos ubicamos en el mesa que reservé en la terraza del restaurante, la noche está super bonita y ya necesitaba salir a despejar mi mente.
Vienen a traer la carta y luego a tomar nuestros pedidos, muero por probar un poco del vino y el pescado ahumado que ellos escogieron pero me contengo, sólo es por unos meses y por una muy bonita causa.
Acaricio mi vientre mientras veo como mi niña come de su menú especial después de su biberón. Esos cachetitos hay que mantenerlos.
—Ya tomé una decisión—Digo en mitad de la cena.
—¿Volvemos a Culiacán?
—No, Pancho pero sí decidí comprar esas acciones—Él sonríe—Sin embargo voy a poner un representante legal, no quiero pisar México si no es de suma necesidad.
—Está bien, mañana lo consigo.—Le agradezco y seguimos cenando.—Lucero tengo que decirte algo.
Frunzo el ceño.
—¿Sobre?
—Tu familia.
—¿Se puso mal alguien?—Negó—¿Detuvieron a alguno?—Repitió su acción—Entonces prefiero no saber.
Mabel y Pancho se miran entre ellos, no niego que me intrigan pero no lo van a conseguir. Cualquier tipo de información podría ser le detonante para desmoronar toda la distancia que construí.
-- —¿Si te gusta tu pan mi amor?—Isa me mira y sigue comiendo.
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(...)
La decoración del cuarto de mi bebé va super lenta pero me estoy encargando de llevar a cabo cada mínimo detalle. Con Isa no pude disfrutarlo así, estaba tan sumida en mi tristeza que apenas y obligada comía por el bien de mi hija, nunca tomé dimensión que realmente estaba creando vida hasta que comencé con la labor de parto, supe que mis brazos volverían a sentir ese calor y que el vacío en mi alma se iría de una vez. Aunque ahora, sí estoy feliz, un maldito vacío permanece.
