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Una semana después | Culiacán

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Una semana después | Culiacán



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—¿vamos mi amor?—Tomo las manitos de Isa logrando que se mantenga de pie unos segundos hasta que le gana la pereza y busca sentarse.

—Si, vamos—Dice un Néstor echándose perfume, se deja de ver al espejo y viene hacia nosotras.

—Le decía a la niña.—Rueda los ojos, alza la bebé y besándole el cachetito sale de la casa que compramos en Culiacán, según Néstor necesitábamos más espacio y un lugar donde crear nuevos recuerdos ahora que se viene otro bebé.

Los sigo hasta el carro donde me dejó la puerta abierta mientras se encarga de poner a la bebé en su sillita. Hoy iríamos a la ecografía del bebé y luego pasaríamos a hacer una vuelta.

Me quejo cuando el bebé me patea pero lo disimulo, estos días, pensando e ideando tantas cosas para resolver esa vuelta hoy, los nervios y estrés me han ganado, por lo que el dolor en el estómago ha prevalecido, sumado a las molestias.

Molestias, alias, Néstor, una bebé celosa de su propia madre, hermanos mitoteros y una barriga que crece cada día más.

Idear el plan que tenía me llevó a sacrificar horas con mi familia, no podía concentrarme si estaba con ellos quienes rápidamente notarían que me estaba pasando.

—¿Estás bien?—Néstor acaricia mi pierna.

—Si ¿por qué preguntas?

—Estás muy callada, pensativa y seria—Chale, ya me descubrió—Y desde anoche lo estás. ¿Hay algo que deba saber?

—Solo estoy pensando como hacer el cuarto del bebé y las cosas que dejé en Venezuela—Miento—Tal vez deberíamos volver.

—Yo tengo aquí mi trabajo y de mis tierras no me quiero ir nunca.

—¿Ni por las paz de tu familia?

—Ya hablamos de esto, el que entra, nunca sale y menos tiene paz.—Las venas en sus brazos se marcan cuando aprieta el volante. No digo nada más hasta llegar a la clínica donde tenemos que esperar un rato.

—¿Y este reloj?—Tomo su mano, la cual acariciaba mi vientre y con la otra sostiene a Isa que está sentada en una de sus piernas.

—Me lo compré hace unos días.—Se lo quito y me lo pruebo—¿Y el que te regalé?

—Lo guardé. Me queda bonito este ¿eda?—Le enseño mi muñeca y él sonríe resignado, ya lo dio por perdido.

—Isabel Ortiz.—Me pongo de pie y los tres entramos al consultorio del doctor que nos recibe con una sonrisa. Él fui quien atendió las primeras dos ecografías de Isabella.—No esperaba vernos tan pronto pero es un gusto tenerla aquí.

La China | El Nini 09|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora