-¡Mira quien eres, valora la mujer que eres, deja de meterte con puro pistolera flaca!
-Ni tu ni nadie me dirá qué hacer de mi vida.
-¿Esto es lo que quieres ser? ¿Una corriente pistolera? Eres una Zambada, Lucero, no puedes acabar en la demencia y...
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Días después | El Salado
"Aniversario de Nini y Lucero"
"Últimos diez capítulos"
°°°
Como puedo corro por los pasillos de la casa sosteniendo mi vientre y en mi otra mano sosteniendo mi arma lista para disparar. Nos habían caído y comenzado a atacar en medio de la noche. Las balas y gritos apagan el llanto de Isabella quien va en brazos de su papá.
Gimo de dolor cuando al terminar de bajar las escaleras, los guachos no tienen piedad y me disparan. Mis piernas sangran y caigo de rodillas. Néstor intenta regresar pero no lo dejo.
—¡Váyanse! ¡Llévate la niña, no vienen por mí, Néstor!—Él niega pero sus escoltas lo toman por los hombros y casi lo obligan a irse. A medida que lo hacen caminar y lo alejan de mí, él mantiene su mirada preocupada.
—Tenemos a la hija del Mayo.—Dicen los guachos.
—Voy a estar bien—Susurro para que lea mis labios y es lo último que veo antes de caer en una oscuridad tranquilizadora.
—¡Lucero! ¡Lucero!—Abro mis ojos asustada. Jadeando y dando grandes bocanadas de aire.—Estabas soñando, mi chula—Dice Néstor quien acaricia mi espalda.
Confundida miro todo a mi alrededor en el cuarto. Todo está tal y como lo dejamos antes de dormir después de almorzar. El único que está distinto es Néstor que trae una toalla amarrada a su cintura y parece recién salido de la ducha.
Muerdo mis labios.
—Que viejo sabroso—Digo estirándome poquito para besar su boca. Gimo, de gusto y dolor. Solo a nosotros se nos ocurre hacer el amor cuando el bebé está a dos semanas de nacer.
—Cuidado, mi reina—Me regaña con paciencia y posa sus grandes manos en mi vientre, justo donde el bebé se está moviendo.—¿Veda' que este bebé ya quiere salir? Ya quiere ver al guapote de su papá—Deja besos en toda mi barriga y descansa ahí un buen rato mientras que le hago piojito.
En silencio aun estoy calmando mis emociones. Ese sueño se vio tan real reflejando el miedo que me atormenta desde hace semanas.
—Mi amor.
—¿Mhm?—Dice Nini.
—¿Algún día creíste que cumpliríamos ocho años juntos?
—¿Quieres que te diga la verdad?—Dice subiendo un poco su cabeza, asiento y él se distrae haciendo dibujitos sin forma en mi vientre con la yema de su dedo—Si. Desde que te vi supe que ibas a ser mi mujer, la mera mera, la patrona, la definitiva.
Sonrío.
—La dueña de tus quincenas.
—Principalmente—Dice en un tono de reproche subiendo sus cejas.
