Epílogo

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Epílogo

Cinco años después


Narrador omnisciente | México

—Mamita—La dulce voz de aquel pequeño resonó por el cuarto de teresa acabando con el silencio que, irónicamente, la estaba aturdiendo y atormentando con todos los pensamientos y recuerdos que la estaba bombardeando como cada vez que el tocaba hacer esto.

—¿Qué sucede, mi Mayito?—Con cuidado Teresa sentó al niño en la cama y comenzó a acomodar el cuello de su camisita.

—¿Falta mucho para ir a ver a mi otra mamita?

—No mi cielo, solo esperemos que tus tíos compren más flores y ya nos vamos ¿Sí?—Él asiente y su concentración se centra en oler las rosas en sus manos.

Como cada sábado, Teresa se encargaba de llevar a sus sobrinos a visitar a su madre con la esperanzada de mantener vivo y presente su recuerdo. Pero este no era un sábado más, hoy también sería el quinto cumpleaños de La China desde que no se encontraba con ellos, no al menos como todos lo desearían.

—¿Tu crees que mi otra mamita sabrá que le llevamos muchos regalos?

—Por supuesto que sí, Ismael. Tu mamá debe saber todo lo que tu y Mayita hacen por ella.

—¿Por qué le mientes, tía? ¿Acaso no ves donde está mi mamá? No preguntes mamadas, Ismael, claro que jamás se va a enterar de todo esto, date cuenta.

—No seas así, Isabella, no seas tan dura y fría—Teresa intenta regañar a su ahijada aunque sus crueles palabras ya no le sorprendan en lo absoluto.

Cinco años le bastaron para no tener una mínima duda que, el carácter y la personalidad de la hija mayor de su hermana y su cuñado tenía la mezcla perfecta de la acidez y la frialdad del carácter que tenían ellos. Y aunque a veces aquello le preocupara, había sabido aprender a entender y sobrellevar a la niña que con apenas siete años ya había vivido cosas no tan bonitas para una niña.

Ir a visitar allí todos los fines de semana a tu madre y tener que dejarla en el mismo lugar siempre, no tener a ninguno de tus padres para contarle como te fue en el colegio, quienes son tus amiguitas o qué capricho nuevo tienes son cosas que a Isabella le habían afectado demasiado, más aun cuando la crueldad de los niños no tardó en llegar, así como la noticia de quien era hija y nieta.





—Tía ¿Es neta que mi apá está preso en el gabacho y mi abuelo es narcotraficante?—El ceñito fruncido de Isabella demostraba un claro enojo e indignación—¿Verdad que no?—Se sentó con naturalidad en los asientos de la camioneta y siguió contando—Por eso le di en su madre a la Brianda pero la mis me regañó cuando un dientito se le cayó.

—¿Cómo que le tumbaste un diente a tu compañerita, Isabella?—El asombro en el tono de voz de Teresa no se hizo esperar, quien se giró en su asiento de copiloto para mirar a su ahijada quien parecía no tomar dimensión de la gravedad—¿Cómo lo hiciste?

—Pues así—Simuló dar un golpe a puño cerrado—Y la directora me dijo que no se dicen groserías.

—¿Qué le dijiste pues?—Serafín, concentrada en conducir, interrumpió por primera vez en la conversación.

La China | El Nini 09|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora