-¡Mira quien eres, valora la mujer que eres, deja de meterte con puro pistolera flaca!
-Ni tu ni nadie me dirá qué hacer de mi vida.
-¿Esto es lo que quieres ser? ¿Una corriente pistolera? Eres una Zambada, Lucero, no puedes acabar en la demencia y...
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Actualidad | El Salado
"Últimos tres capítulos"
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Otra vez el ruido de la puerta cuando golpean aturde mis oídos, he estado llorando toda la noche, no pude pegar un ojo ni siquiera cinco minutos. ¿Y cómo lo haría? Si de solo pensar qué estarán haciendo con mi Néstor la desesperación, impotencia y enojo me invaden.
—¿Qué parte de que me dejen en paz no entienden? ¡No quiero ver a nadie!
—Lucero tienes que salir sis, tu hija está preguntando por ti.
—¡No quiero saber nada! ¡Y si me siguen chingando me voy a mi casa!
Escucho como Serafín suspira al otro lado de la puerta. Por mis gritos Isamelito llora y debo de hacer un esfuerzo y tomar fuerzas de donde creo ya no tener para calmarlo y darle de comer.
¿Dónde estará Néstor en este momento? ¿Qué estarán haciendo con él? ¿Le habrán dado de comer ya?
Mi cabeza y mi mente han estado divagado en esas preguntas toda la noche. ¿Cómo haría para criar a nuestros hijos sola? Siempre planifiqué si algún día nos tocaba un caso así pero de imaginarlo a vivirlo es muy distinto. Siempre fui muy independiente pero en este momento me siento débil, vulnerable, derrotada.
Duele mucho más de lo que pensé el tener que hacerme a la idea de no volver a ver nunca más a mi esposo, y no porque haya fallecido que no sé si no me daría más resignación que imaginar que va a estar encerrado de por vida. El pensar como explicarles eso a mis hijos. ¿Cómo hago para que lo recuerden? Eso ya no sería posible.
—Ma-mi... Ma—Una suave vocecita al otro lado de la puerta consigue que otra vez mi corazón duela.
—Ven mi amor, mami está malita.—Oigo la voz de Teresa hablándole a Isabella—Ya luego venimos.
—Mamá—Cierro mis ojos con fuerza evitando seguir llorando, siento que mi cabeza y mis ojos en cualquier momento van a explotar.
—Ven, vamos a ver tus dibujitos ¿Sí?
Los próximos minutos no escucho nada más, el silencio del cuarto atormentan la paz que ya no existe y la culpa por haber abandonado a mi niña desde ayer a la noche me hacen ponerme de pie.
No me preocupo por cuidar mi imagen. ¿En este momento eso qué importa?
Salgo del cuarto hecha un desastre. Traigo puesta una playera de Néstor que me queda casi como un vestido, descalza, mi cabello enmarañado y mis ojos hinchados.
