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Dos días después | Berlín

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Dos días después | Berlín



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La paz con la que estoy descansando y el confort que siento durmiendo en los brazos de Néstor provoca que me cueste de sobremanera el abrir mis ojos. A comparación del frío congelante que hace afuera con el calor de la habitación da un contraste tan brusco como los disturbios de Culiacán con la paz de estar bien lejos de allí.

—Mi reina—Néstor vuelve a insistir para despertarme y entre quejas no me queda más opción que abrir mis ojos.—Hasta que te despiertas.

Alzo mi mirada para hacer un puchero. Estoy literalmente entre sus brazos y piernas, él em abraza por la cintura y yo tomo su brazo en mi pecho. 

Me quejo suave cuando hago un movimiento que me hace doler el hombro.

>—¿Te encuentras bien? Te dije que teníamos que ser más suaves anoche—Susurra antes de besar mi cabello.

—No me gusta suave.

Se ríe tratando de no despertar a Isa.

—Tu siempre tan suave y disimulada para decir las cosas.

—¿Por qué no sería directa, pues?

—Buen punto—Susurra antes de volver a besar con dulzura mis labios, aunque me separo y cuando quiere volver a besarme agarro entre mis dedos su boca. Él hace un gesto confundido mientras me pongo de pie. Me pongo mi bata pues a pesar del ambiente climatizado está haciendo demasiado frío a las afueras de Berlín, donde un bosque muy bonito y tranquilo nos está recibiendo desde ayer.

Voy al baño y lavo mis dientes, acomodo un poco mi cabello y agradezco tener que ponerme abrigo porque el salvaje de Nini me dejó marcas super evidentes en mi cuello.

Vuelvo a la cama y me siento sobre él, ahora sí besándolo.

—¿Había necesidad?—Bajo un poco mi bata y lo miro fingiendo inocencia al jugar con mis hombros y pechos.

El traga duro y puedo sentir como algo despierta debajo de mí.

—Agradece que no lo he hecho en Culiacán.

—Los chupetes es de gente vulgar.

—¿Ah sí?—Asiento y reprimo un gritito cuando toma mi nuca y me jala hacia atrás dejándole expuesto mi cuello, el cual besa, lame, chupa y muerde hasta que se cansa.—Pues soy super vulgar.

Hasta su cansancio o hasta que consigue que lo quiera besar y tener encima mío lo más pronto posible. Me aferro a sus hombros y entierro mis uñas en su piel dejándome complacer.

Sus grandes manos van a la curva de mi cintura y me ayudan a moverme sobre él. Sus dedos seguramente dejarán más marcas pero ahora no me interesa.

No cuando nos fundimos en un beso cálido pero también deseoso uno del otro. Sin dudas nunca me cansaré de este hombre.

La China | El Nini 09|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora