-¡Mira quien eres, valora la mujer que eres, deja de meterte con puro pistolera flaca!
-Ni tu ni nadie me dirá qué hacer de mi vida.
-¿Esto es lo que quieres ser? ¿Una corriente pistolera? Eres una Zambada, Lucero, no puedes acabar en la demencia y...
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Actualidad | Culiacán
"Último capítulo"
°°°
La angustia y los nervios parecían poder palparse en el aire, la inquietud era evidente en aquella numerosa familia que, moviéndose de un lado para otro y dando ordenes aquí y allá, esperaban impacientes noticias sobre el estado de salud de Lucero Zambada.
—¿No creen como que ya fue mucho?—Serafín observa la hora en su reloj—Ya van dos horas.
—No podemos hacer nada—Dicen Vicente, quien no ha dejado de lamentarse un solo segundo.
—No, menos tu, ya mejor no hagas nada, pendejo.—Entre hermanos se miran mal pero son interrumpidos por Pancho.
—El señor pregunta si tienen noticias—El escolta solo recibe como respuesta unas cuantas malas miradas—Solo hago mi trabajo.—Se excusa y ellos suspiran, están canalizando sus nervios en cualquier cosa.
Aquel momento incómodo es interrumpido por el sonido de una llamada al celular de Serafín, el cual cuelga al no tener agendado el número.
—No manches, lo que me falta que me descubran el número—Murmura pero todo enojo se esfuma cuando por las puertas del pasillo a urgencias sale su madre.
La imagen del rostro de Patico bañado en lágrimas, su pecho subiendo y bajando y sus manos pasándose una y otra vez por su cabello los inquieta y, si bien les da una pista del tipo de noticias que van a recibir, nadie quiere aceptar el destino.
—¿Y?
—Habla mamá.—Ella niega. Parece perder fuerzas y es Serafín quien reacciona para tomar en brazos a su madre—Amá ¿Qué pedo amá? ¿Dónde está Lucero?
Ella niega y esconde la cabeza en el pecho de su hijo, quien, con una mirada perdida, alcanza a percibir al final del pasillo sale el doctor que ingresó con su hermana.
—¡Oiga doc! ¿Qué pasó con mi sis?
—Acompáñenme.
Entre ellos se miran, parecen ser un chiquillos nerviosos en su primer día de clases en un insti nuevo, sin embargo, la situación es aun más terrible, así como el miedo que aquellos supuestos hombres sanguinarios y despiadados están sintiendo.
A diferencia de hace apenas unos minutos, ingresan con lentitud y silencio, con temor a qué es aquello tan serio que deben decirles como para entrar al consultorio del doctor. Nadie pregunta, tal vez por miedo, tal vez otros quieren atrasar lo obvio.
—La femenina ingresó con un cuadro muy complejo, intentamos hacer todo lo posible al no notar sangrados externos sin embargo y en relación al grave traumatismo craneoencefálico hubiese sido un milagro que no presentara hematomas internos—El doctor repasa unas radiografías, traga saliva y con nerviosismo se atreve a mirar a la familia Zambada, ansiosa por respuestas—Esto no ocurrió y tuvimos que ingresarla de inmediato a quirófano, donde hicimos lo mejor que pudimos pero..—Hace una pausa y finalmente dice aquellas palabras suficientes para destruir a cada uno de los presentes—Lo sentimos mucho.
