Rubius regresa sediento de venganza contra su hermano, quien le arrebató todo: sus padres, su novio, sus sueños y su vida. Pero la revancha se complica cuando debe esquivar cada malévolo plan de su hermano. En un giro inesperado, al caer en una de s...
Con cara de estar a punto de llorar, Rubius se sentó obedientemente, como un estudiante en clase.
Samuel apoyó su cabeza con una mano.
—¿Tienes tanto miedo de mí?
Un Samuel nocturno era mucho menos reservado que el Samuel diurno, por lo que era aún más peligroso.
El rubio sacudió la cabeza vigorosamente, pero luego asintió.
—Eres un rey. ¿Quién no te tendría miedo?
Samuel comenzó a juguetear con la copa en su mano mientras decía:
—¿Así que porque otras personas me tienen miedo, tú me tienes miedo? Entonces, usando esa lógica, si todos los demás omegas quieren casarse conmigo, ¿por qué tú no?
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Rubius se asustó hasta el punto de casi caerse de la silla. Pensó que ya había esquivado esa bala durante el día, pero fue demasiado ingenuo.
Esta pregunta lo hizo sentir como si le dirigieran mil cuchillos. ¿Cómo se suponía que debía responder?
Rubius levantó una mano temblorosa.
—Antes de responderle esta pregunta, ¿puedo hacer una pregunta primero?
El contrario asintió.
—Seguro.
—¿Por qué yo? ¿Es porque Pequeño Tesoro depende de mí? Creo que esto es sólo temporal; espera hasta que sus emociones se estabilicen y todo estará bien. Incluso si él siempre es así, no tienes que... No tienes que molestarte de esta manera...— El rubio lo persuadió arduamente como si estuviera aconsejando a un jóven que se había desviado del camino correcto.
Samuel bajó la copa que tenía en la mano y levantó los ojos para encontrarse con los de él.
—Señor Doblas, creo que lo expliqué muy claramente desde el principio. No me importa volver a decirlo si todavía no entiendes: Te voy a pagar con mi cuerpo por haber salvado a Pequeño Tesoro.
"Este tipo de explicación es tan extraña que me ciega. No hay manera de que pueda aceptar esto, ¿de acuerdo?" El ojiverde rugió en su corazón.
Rubius sintió que no podría comunicarse con él si persistían en el tema, por lo que solo pudo poner una cara de disculpa y decir:
—Señor de Luque, realmente aprecio su intención, pero no soy una persona que quiere casarse, así que...
Samuel levantó una ceja.
—¿Entonces sólo quieres acostarte conmigo, sin embargo, no quieres asumir la responsabilidad y casarte?
—Sí, eso es exactamente correcto-espera! No, no, no … ¡eso no era lo que quería decir!— El ojiverde estaba a punto de arrodillarse ante él. ¿No puede dejar de ser tan aterrador?
—Qué lástima, sólo acepto relaciones sexuales en el matrimonio como requisito previo.
—¿Quién puede creerte...—Rubius no pudo evitar decir—...No tuviste un hijo fuera del matrimonio?
Samuel miró por la ventana con una expresión ligeramente distraída.
—Pequeño Tesoro fue un accidente. Ni siquiera yo sé quién lo dió a luz.
"... ¿Por qué eso suena tan mal?"
—¿Entonces te molesta que tenga un hijo?— Preguntó el mayor abruptamente.
—¡Claro que no!—Como había lo había dicho Samuel anteriomentr, si abrieras el cerebro de cada omega que vivía en la ciudad, se sabría que todos querían ser la madrastra o el padrastro de Pequeño Tesoro. ¡Cómo podría importarle algo así!
—¿Entonces cuál es el problema?
Al ver su expresión, supo que Samuel no lo dejaría ir hasta que respondiera la pregunta.
Rubius levantó la cabeza y dejó escapar un profundo suspiro.
—Señor de Luque, el matrimonio no es un juego. Ya sea para pagarme o por cualquier otro motivo, al menos deberíamos conocernos. ¿Sabe qué tipo de persona soy? ¿Conoce mi pasado?
—Con quien quiero casarme es con tu presente. Tu pasado no tiene nada que ver conmigo— Por supuesto, esta sería la respuesta del azabache. Fue tan tiránico y autoritario como podría ser.
La expresión del rubio se volvió helada.
—Para mí no es así, mi pasado es una parte esencial. No puedo ignorarlo sólo para casarme con usted. Señor de Luque, no tiene sentido estar junto a alguien que tiene principios diferentes. Le aconsejo sinceramente que recapacite de su ridícula oferta.
Su declaración fue seguida por un frío silencio.
Justo cuando Rubius pensó que la otra parte comenzaría a mostrar una gran furia por la humillación de haber sido rechazado nuevamente, Samuel abrió la boca y dijo con calma:
—Entiendo.
El ojiverde se relajó y respondió:
—Entonces me voy a dormir. Buenas noches.
—Buenas noches.
El mayor miró fijamente su frágil silueta, su mirada insondable como el océano; lo único que no cambió fue el calor hirviente que venía del lecho marino. Claramente no se iba a rendir tan fácilmente.
