Capítulo 41: Buenas noches, mi niño

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Tosiendo, Rubius miró a Samuel enojado como si fuera un gran bastardo.

—Je—La linda mirada del rubio lo hizo reír.

Apagó el cigarrillo y exhaló todo el humo antes de girar la cabeza e inclinarse nuevamente para unir sus labios con el contrario.

El primer instinto del ojiverde fue escapar, pero una mano en su cintura lo mantuvo quieto y esa voz baja y ronca volvió a sonar en su oído.

—Lo haré lentamente esta vez.

Y luego, antes de que se diera cuenta, sus sentidos fueron abrumados por besos feroces, casi violentos, con sabor a tabaco...

Rubius fue besado hasta que quedó completamente confundido y mareado, como si estuviera flotando en una nube.

Lo único de lo que todavía era lo suficientemente consciente como para estar seguro era que este hombre era más peligroso que los cigarrillos.

Un golpe repentino se escuchó. Se bajó el respaldo del asiento y el cuerpo ardiente y fuerte de un hombre lo siguió hacia abajo.

El rubio apenas podía respirar; sintió que todo su cuerpo comenzaba a caer, más y más profundo, más y más profundo, hasta que tocó el fondo del océano...

Cuando la persona debajo de él dejó de moverse, el azabache levantó la cabeza para ver que él se había quedado dormido sin remordimiento e incluso estaba roncando levemente...

Los ojos rojos de Samuel volvieron a su morado habitual y la furia ardiente en su corazón desapareció por completo.

Ja, ¿estaba loco? Poniéndose en modo serio con un borracho...

Sólo habían pasado tres días.

Sólo se conocían desde hacía tres días.

¿Por qué se apresuró?

Su atracción por este niño no tenía sentido.

La primera vez que lo vio, tuvo la extraña sensación de que le habían devuelto la vida.

Aunque nunca se habían conocido antes, sentía como si fuera alguien que conocía del pasado.

En el momento en que lo tomó en brazos en el almacén del bar, se sintió completo, como si él hubiera sido lo único que había faltado en su mundo.

Lo deseaba, todo él, para él solo, y no quería esperar ni un segundo más.

No podía permitirse el lujo de perderlo, así que esperar era su única opción.

El mayor agarró una manta y una almohada de la parte de atrás y ajustó la temperatura del aire acondicionado antes de acostarse a su lado y besarlo suavemente en la frente.

—Buenas noches, mi niño.

Temprano a la mañana siguiente.
Rubius se despertó envuelto en unos cálidos brazos.

Se frotó un poco los ojos y, a través de la ventana sobre su cabeza, vio hojas verdes, la brillante luz del sol entrando entre sus huecos para calentar su cuerpo, el sonido de los pájaros cantando en sus oídos...

Mmm, ¿dónde estaba?

Miró a su alrededor y se sorprendió al encontrarse durmiendo en un automóvil, o más precisamente, en los brazos de Samuel .

¡Oh mi Dios bendito!

El ojiverde se levantó y se golpeó la cabeza con fuerza contra el techo del auto.

Él... Samuel... en un coche...

Maldita sea, ¿qué diablos pasó anoche?

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Maldita sea, ¿qué diablos pasó anoche?

¿Por qué tenía que lidiar con toda esta basura justo después de despertar?

¡Era difícil no malinterpretar lo que estaba viendo!

—¿Qué estás pensando?

El rubio se mordió el dedo nerviosamente, su cerebro daba vueltas y respondió sin pensar:

—Me pregunto si realmente tuve sexo en el auto con el Gran Rey Demonio anoche... eso sería horrible...

—El Gran Rey Demonio... ¿sexo en el auto...? Si ese fuera realmente el caso, ¿crees que todavía tendrías la energía para saltar e imaginar cosas ridículas a la mañana siguiente?— El hombre sonaba como si estuviera rechinando los dientes.

—¡AH!— Recién se dió cuenta de que el pelinegro estaba despierto. Saltó sorprendido y casi volvió a golpearse la cabeza. Afortunadamente, el contrario lo anticipó y le cubrió la cabeza con su mano grande y fuerte.

—Señor... Señor de Luque...

—Usa mi nombre— Sonaba un poco frío.

El rubio lo llamaba "Señor de Luque" cuando le ocultaba cosas y "Gran jefe" cuando no quería cabrearlo.

Despreciaba ambos.

Tal vez estaba imaginando cosas, pero después de una noche, sintió que Samuel de alguna manera parecía diferente...

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