Estaba claro que no le habría agradado escuchar una profecía, sin importar su contenido. Carlomagno habría dicho lo mismo a quien hubiera estado en mi lugar. Después de todo, tenía un trauma con respecto a ellos.
—Su Majestad. Estoy bien.
Parecía escéptico. Vaya. ¿Era realmente este el tipo que le cortaba la cabeza a la gente? Riendo torpemente por la vergüenza, decidí hablar honestamente esta vez. —Estoy realmente bien. No me importará, como dijiste. Ya sabes, sólo puedes vivir el hoy independientemente de la vida que vivas. Así que si estás satisfecho con lo que has pasado hoy, ¡eso es todo lo que importa! De todos modos, ese es mi principio.
Aunque un poco cursi. Carlomagno no reaccionó mucho a lo que dije, pero el aire pesado a su alrededor se había disipado, así que solo sonreí.
Asintiendo ante la atmósfera más ligera, agregué: —Hoy... ha sido satisfactorio para mí, Su Majestad. Espero que disfrutes... los pomelos.
Su respuesta llegó después de un rato. O, más exactamente, su respuesta llegó en forma de suspiro. Pero fue una respuesta más poderosa que cualquier cosa que pudiera haber dicho. Estaba luchando por contener la risa cuando Carlomagno colocó ligeramente una mano en mi cintura y luego...
—¡Vaya! —Las calles por las que había caminado antes pasaron borrosas mientras pasábamos volando como el viento. —¡Qué!
¿Me hizo caminar cuando podría haber hecho esto? ¡Y el canciller, que tuvo el descaro de quedarse dormido frente a la entrada de la prisión! Carlomagno no detuvo y pasó rápidamente junto al canciller. Luego, llegamos a las puertas de la mansión Arman en un abrir y cerrar de ojos.
—Guau.
Debería enojarme, pero eso fue genial...
—Te veré en nuestra próxima reunión.
Me di la vuelta en el momento en que mis pies tocaron el suelo, pero el tirano ya se había ido.
***
—Su Majestad. —Clover entró a la oficina como de costumbre, sin dar señales de haber estado dormido. —¿Paso algo? —Con expresión preocupada, miró a su señor sentado en el alféizar de la ventana.
—Bueno... no me pasó nada.
—¿Qué pasa con la dama?
El canciller había organizado el evento de esta manera a propósito para saber más sobre los Arman y la propia Scarlett. Después de todo, había sido él quien lo sugirió.
—¿Fran dijo algo?
Pero empezaba a pensar que tal vez había sido un acto imprudente. Fran fue uno de los pocos profetas que quedaron esta época. Ella, que se había desviado hacia el palacio real en el camino que conducía a Arman, y luego se había hecho un lugar en lo más profundo de las mazmorras... ¡Esa mujer molesta!
—Ella dijo algo, ¿no? Dios mío, no puedo creer que ella realmente hablara. La sangre Arman es realmente notable.
Aunque Carlomagno no había respondido a ninguna de sus preguntas, el canciller continuó con sus pensamientos sin esfuerzo, como si estuviera acostumbrado. Era un truco que había aprendido después de largos años de servir a ese hombre. Si no lo niega, entonces es verdad. Pero hoy, el aire alrededor del tirano parecía un poco diferente como para seguir así.
Después de que el canciller intentó leer el rostro del tirano por un momento, preguntó: —¿Fran le dijo algo a Lady Scarlett?
—Dijo que era una niña pobre.
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Scarlett
FantasyDiez maneras de ser abandonada por el tirano *Esta novela no s mía, solo la traduzco.