Atados

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-¿Que hacías en el salón dormida?

Me senté delante de ella en la cafetería mientras tomaba un sorbo del frappé que había comprado.

-Tengo narcolepsia- me contestó.

Arqueé la ceja debido a que no comprendí de que estaba hablando. Notó mi expresión y despues de vacilar un poco desesperada explicó:

-Es un sindrome del sueño, me quedo dormida en cualquier parte. Puedo estar hablando contigo y de pronto caer dormida sobre mi café.

-Supongo que es malo- realmente no sabía que decir con respecto a lo que acababa de mensionar.

-Por suerte es muy ligero el nivel de mi enfermedad y si me pasa una vez en el día es demasiado- sonrió sin entusiasmo.

-¿Que te gusta hacer?- pregunté acercandome peligrosamente a su rostro, pero no lo suficiente como para que lo considerara una invitación a besarme.

-Me encanta hacer poesía, pintar... y disfruto mucho de escuchar musica... podría asegurar que más de lo normal.

-¿Qué musica?- de pronto me sentí como si estuviera dirigiendo un interrogatorio.

-Rock.

<<Comenzaba a agradarme>>

-Y ¿A ti?- preguntó con cierto entusiasmo.

-Rock, algo de alternativo... generalmente grupos tranquilos. Aunque a veces no hace daño escuchar algo pesado- ella sonrió y me di cuenta de que yo estaba sonriendo de la misma manera sin darme cuenta.

Era extrañamente <<como todo lo relacionado con ella>> apasible platicar con ella.

Platicamos por mas de tres horas sobre todo y nada al mismo tiempo.

-Vamos, te quiero enseñar un lugar que me gusta mucho.

Me tomó de la mano y yo no opuse resistencia, cruzamos varios pasillos y patios hasta llegar a un callejón que se formaba entre la dirección y la reja de la escuela.

Ahí había un lugar casi mitico. Era una especie de bosquecillo privado, con pasto verde y arboles enormes.

-No es malo estar aqui ¿O si?- pregunté con un debil temor de ser despedido de la escuela por estar en aquel lugar.

-¿Eso importa?- me preguntó retoricamente.

-Supongo que no- dije para mis adentros.

Ella se lanzó al pasto, recargandose en un pino, sacó un cigarrillo y se lo puso en la boca. Lo encendió y me miró con esos ojos llenos de lumbre.

-¿Quieres uno?- preguntó mostrandome el tabaco.

-No... yo no fumo.

-Valla niño bueno.

-De hecho creo que me debo ir- le dije acercandome a ella.

-Está bien. Nos vemos mañana.

Se levantó del suelo y caminó hacia mi para darme un beso entre la mejilla y el cuello.

Me estremecí como nunca me había pasado y respondí el beso con uno en la mejilla.

De pronto sentí como la sangre se aglopaba en mis mejillas y Valery me miró con las cejas curveadas de la impresión.

-Eres uno de los pocos chicos que aun se sonrojan, eso me gusta.

Solo contesté con un ademan en la mano y salí casi corriendo con el miedo de que mis cachetes fueran a ponerse morados de tanta sangre que se abría paso hasta mi rostro.

Liston RojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora