Helen

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Toqué su puerta y abrió sonriente.
-Tenia que decirte algo- dijo sin mas.
Era una chica de piel apiñonada y ojos negro como el carbón.
-¿Que necesitas decirme?- pregunté.
-Llevamos una semana juntos... creo que- tomo aire.
<<Me va a dejar, perfecto, después de mi majestuosa actuación en donde finjo sentirme miserable con lo que me dijo, seré libre. Esto harto de ella>>Pensé y ella calló a mi voz interior cuando dijo lo siguiente.
-Creo que te amo- dijo.
-Oh... me amas- abrí los ojos como plato-, ¿no crees que es muy pronto para decir eso?
-No lo creo.
-Perfecto, entonces tampoco es muy pronto para hacer esto- sonreí y me acerque a ella para besarla.
Le mordí un labio y la puse sobre el sillón, quitandole la bata de ceda que llevaba puesta.
Estaba lista, sabía lo que haría ese día, llevaba puesto un liguero de color negro, el cual no fue para nada incómodo quitárselo mientras la besaba de pies a cabeza literalmente. Me quito la camisa y me desabrocho el pantalón mientras sonaba de fondo la canción de Mirrors de PVRIS. Me dedico una mirada perversa y sonreí de placer al comenzar el acto.

Terminamos en su cama, ella estaba dormida sobre mi pecho y no pude evitar pensar en Valery, en la única en la que nunca deje de pensar, en la que nunca olvide, y que seguramente nunca volvería a ver.
Seguí su rastro durante unos meses, subía fotos en las que vi que por fin cumplía sus sueños, la veía feliz y eso era lo único que me mantenía igual, <<Era la única parte de mi corazón sin congelar>> hasta que un día desapareció su rastro.
No volví a saber nada de ella.
Me levante con cuidado de no despertarla y ella solo se movió un poco para acomodarse. Me vestí y me fui de su casa sin decir absolutamente nada.
Regresé al departamento por una camisa diferente y salí sin hacer ruido al ver a Joss dormida en la habitación de abajo.
Conduje con una actitud bastante melancólica, tal vez ese era mi nuevo estado de ánimo.
Entré a la oficina, no había mucho trabajo, así que permanecí platicando con Sack. Hasta que como el día anterior, apareció Sophia a irrumpir en mi tranquilidad.
Me había dado cuenta de que no me caía mal, es solo que no la quería cerca de nuevo.
-Hola, estuve esperando tu llamada- me sonrió.
-Y te quedarás esperando...- contesté.
-No entiendo por qué eres tan rudo- su tono se volvió fuerte-, leí tus escritos, en todos hablas mal de mi...
-Wow, ¿Te crees tan importante?- sonreí.
De pronto recordé que estábamos al lado de Sack y me sentí un poco avergonzado.
-¿Sabes?- continué-, funcionaria bastante bien ese lema que dice "cualquier parecido a la realidad es mera coincidencia"
Ella sonrió y sacudió la cabeza en signo de negación.
-Me aprendí cada palabra que leí al principio de aquel texto, y ¿ahora soy la villana del cuento?
-No, Sophia, no eres la villana.
-Eso no me lo dice nada de lo que proviene de ti. ¿Entonces que es?
Sack seguía prestando atención a mi lado derecho.
-Eres una chica que hasta ayer creí miserable en todo sentido, ahora se que eres miserable solamente en el sentido moral. No eres la villana, solo la persona que tenía que enseñarme el lado gris de la vida. Solo eso.
-No soy miserable gracias ¿a que? ¿A estar casada con un hombre que me dobla la edad? ¿A tener que aparentar que amo como me visto o como me arreglo? Tu conociste a la verdadera Sophia y sabes que esta no soy yo.
Reí un poco.
-Claro que eres tu Sophia, solo que cambiaste de piel, pero sigues sin saber lo que quieres, sigues usando a la gente como quieres, sigues entrando y saliendo en la vida de la gente como se te ocurre solo a ti.
-Solo respondeme algo: ¿Ya no sientes lo que sentías por mi?- suavizó su tono para preguntar.
Pensé mi respuesta por un segundo a pesar de que sabía lo que iba a responder.
-No.
Ella abrió los ojos por una impresión segura.
-Sea como sea eramos la pareja perfecta, los más compatibles...
Su voz era como la voz de un hipnotista metiéndose en tu cabeza, ya ladrando hasta lo más profundo.
Sonreí nuevamente mostrando cierta lastima.
-A demás de que ya pasaron muchos años después de eso... ya sabes la ley que dice que polos iguales jamás se atraen por completo. Ahora por favor déjame trabajar.
Se notaba que tenía deseos de llorar, pero supe que se había contenido y se dio la vuelta hacia la oficina de Jeffrey.
En ese momento me di cuenta de lo cierta que era aquella frase, y lo que me había dicho Gabbe alguna vez: me cegué y ahora era igual a ella.

Escuchaba la canción de Let it happen de tame Impala en el bar al que siempre iba de costumbre con Joss. Las notas y su ritmo se adherian a mi piel y me hacían estallar en movimientos lentos. Me sentía entre las nubes mientras bailaba ese ritmo tan perfecto y atractivo.

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