Reencuentro

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Sophia tenía miedo, era evidente pero ¿De qué? ¿De qué manera podía amenazar a Sophia si parecía que nada le importaba?

Las dudas no me dejaban en paz mientras estabamos en la azotea de la vez anterior: a la que habíamos llamado "La guarida"

Ella como de costumbre compartía un cigarro conmigo.

-Sergio odia que fume- me dijo mientras sacaba el humo por la boca.

-¿Cuida tu salud?-le pregunté.

-No.

"odia que fume contigo.

-Entonces cree que soy mala influencia.

-Te vuelves a equivocar.

-Joder, dime todo de una vez.

-Odia que fume contigo porque nunca fumo con él.

-¿No te parece que a veces en vez de tomarte como su pareja te toma como su trofeo?

-Es desesperante.

-¿Por qué no lo terminas ya?

-No puedo-contestó mientras ingería sl venenoso humo.

Solo fruncí los labios de resignación al escuchar sus palabras.

-Por cierto ¿Estas segura de que no te está buscando?- le pregunté.

-No, debe estar con su amiguita, es lo que odio de él- lo dijo con cierto coraje-. Él quiere que me aleje de ti, a pesar de que lo mas cariñosos que somos es cuando nos tomamos de las manos en ese centro comercial. Y él... el puede abrazar y besar a sus amigas como si yo no existiera...

-Debiste encontrar a alguien como tú- le dije.

Ella se echó a reir como si le hubiera contado un chiste.

-Julián, no duraría ni una semana con un estupido como yo.

-Buen punto- sonreí.

Al acabar con el cigarrillo bajamos por la rampa de madera y bajamos las escaleras.

Regresé a casa con la mente en blanco, o más bien no pensaba en nada concreto, solo en miles de imagenes sobre Sophia.

Por fin sabía como se llamaba la canción que tanto me la recordaba, la escuché en el radio My desire de Interpol

No la paré de repetir mientras escribía en mi cuadernillo, el imaginar ese mundo era melancólico, como una inyección: Dolorosa pero necesaria para sanar algunas cosas.

Sonó el timbre y me levanté sin preguntar quien era.

Abrí la puerta y vi a Valery, no pude evitar mostrar mi impresión, sentí aue mis ojos se abrieron hasta casi salir de sus órbitas.

-¿Puedo pasar?

-Si... pasa.

Su cabello había crecido, seguía con el mismo aspecto enmarañado pero pasó de estar a sus hombros a unos cinco centímetros abajo. No llevaba su acoatumbrada ropa rota, llevaba una sudadera de hombre, no era de su talla y por lo mismo ocultaba sus manos por completo, y llevaba un Short de mezclilla sobre unas mayas negras y sus uñas negras de costumbre.

-¿Que... haces en Rock Falls?- pregunté consternado.

-Me salí de casa por un tiempo.

No quería ser grosero pero debía preguntar lo siguiente:

-¿Y no podías ir con alguien más?

Sus ojos fieros y que aun me seguían cautivando me miraron y sonrió como solo ella lo sabía hacer.

-Sé que es extraño pero sabes que eres la unica persona en la que realmente confío-bajó la mirada.

-¿Qué pasó?- la tomé del brazo y pude sentir una corriente electrica aún oculta.

-Me quieren mandar fuera de Canadá, a un centro de rehabilitación, yo no quiero- la tristeza dominaba sus ojos, pero como siempre evitaba llorar y se hacía la fuerte.

La abracé y le dije que tomara cualquier cosa que necesitaba, iba tarde al trabajo.

Mientras el taxi me llevaba a las oficinas no dejaba de pensar en que eataba haciendo con mi vida. Realmente quería algo con Sophia, a pesar de que no sabía que era realmente y Valery aparecía de la noche a la mañana con sus cosas al pie de mi departamento.

Entré a la oficina melancólico, me sentía mal por lo que había pasado, pero al poner un pie en la oficina vi al enorme grupo de gente aglopado en mi oficina <<¿Que pasaba>> Caminé y pregunté:

-¿Que pasa?

Uno de los trabajadores me dio unas palmadas en el hombro.

-Ya sabemos de tu romance con Keidy.

<<Lo que me faltaba>> Pensé furioso.

Avancé entre la gente hasta donde estaba Keidy sentada al lado de mi padre, no escatimé en nada cuando lo tomé del brazo con mucha fuerza y lo levanté.

-Tenemos que hablar papi- lo llevé a au oficina y cerré la puerta, todos quedaron conmocionados con lo que acababan de ver pero no me interesó.

-¿Que demonios has hecho?-pregunté.

-Tu y Keidy deben casarse.

-Eres un hijo de puta- le grité.

Me dio una bofetada, tal vez la mas dolorosa que jamás había recibido antes.

-Soy tu padre y me vas a escuchar...

-Eres mi padre, crees que tienes el puto derecho de manejar mi vida a tu antojo ¿No?

-Esta es la sortija que le darás- parecía no importarle lo que decia.

-Si tanto te interesa tener poder absoluto sobre esto casate tu con Glen imbécil.

-Calmate...

-La próxima vez que hagas algo como esto, te voy a hundir hasta que desees estar muerto.

-¿De qué hablas?- preguntó mientras cerraba de un portazo su puerta.

Caminé hasta la oficina y cerré la puerta.

Keidy me miraba asombrada y un poco avergonzada.

-¿Sabías de esto?- fui frio y directo.

-No, cuando entré a la oficina lo supe.

-Ahora entiendes que lo tenemos que detener, es capaz de todo.

Apretó los labios y los liberó lentamente de entre sus dientes.

-Creo que mi padre si podrá librarse si metemos al tuyo en la cárcel: Todos los papeles los ha firmado Charlie, su propia codicia lo hundirá, esto lo hace para que mi padre no reciba mas que lo que él desea pero también lo compromete. Y bingo. Solo hay que esperar a que validen los documentos que presentaremos.

Recargado en la pared me mordí el labio de simple estrés.

-Mientras quiero que conserves esto- le puse el anillo.

Me miró sorprendida.

-No... yo no...

-Vamos, al menos hagámoslo un poco creíble hasta que llegue el momento.

Ambos sonreimos y me aprisionó en un fuerte abrazo.

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