Recuerdos

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Llegué corriendo al hospital, esperando que no fuera una broma de mal gusto, pregunté por mi madre y de inmediato entré a su habitación.
Ahí estaba, una mujer que era muy parecida a mi, con sus ojos negros y su cabello quebrado de color castaño oscuro, con el mismo tono de piel y la misma expresión de sorpresa que la mía.
-Nunca viniste- dijo ella.
-No quería verte así- comenté en voz baja aun en la puerta de la habitación.
-Eso no importa- alzó sus brazos y yo corrí hasta ella para refugiarme en ellos.
Quería reír, reír sin parar de alegría.

En ese momento recordé lo importante que era ella para mi, mientras mi padre siempre me abandonó por trabajo, por que estaba ocupado en otros asuntos, o simplemente no quería estar conmigo. Mi madre siempre estuvo ahí, ayudándome, dándole esperanza a mis sueños, conversando sobre mil y un cosas, sobre mi futuro.

-¿Y tu padre?- preguntó.
Bajé la mirada sin poder decir nada.
Me armé de valor.
-Esta en prisión.
Ella abrió los ojos por sorpresa, y tal vez por decepción.
-¿Qué ocurrió?
-Hizo un fraude.
Bajo la mirada, lucía más decepcionada que triste.
Platicamos sobre muchas cosas, sobre cómo había sobrevivido a la falta de cariño de mi padre. Sobre Valery sorprendentemente y sobre Sophia.
***
Después de unos días más de estar en el hospital para recuperarse lo mejor posible, al fin salió, la llevé al departamento pequeño en el que solía vivir. Ya me habían desalojado del departamento así que regresé a mi refugio permanente.
-¿Aquí has vivido todo este tiempo?- preguntó.
-Es para lo único que pude juntar- dije bajando la mirada pero no avergonzandome.
-De hecho, creo que me saldré de la escuela para poder conseguir un trabajo de tiempo completo...
-Tu no te saldrás de esa escuela Julian- me dijo un poco molesta.
-Tengo que hacerlo- contesté.
-No, yo conseguiré un empleo y podré pagar el siguiente año en Rock Falls, pero no desperdicies esta oportunidad de nuevo.
-Esta bien, no lo haré pero seguiré trabajando por las noches- contesté.
-Esta bien- me dijo sonriendo.

-Despertó- gritó Joss en la bocina del teléfono.
-Si, estoy... contento- dije sonriendo al tope.
-Me alegro, desearía poderte dar un abrazo amigo- contestó.
-Yo igual, pero ya en una semana es tu graduacion, y te presentaré a la susodicha- dije sonriendo.
-Que emoción, todo lo que me has contado la hace parecer agradable.
-Lo es, creeme- contesté.
-Debo irme- contestó.
-Hablamos mañana- dije y colgue el teléfono.
Entré a la habitación, estaba en el pasillo pero regresé para avisar a mi madre que iría a tocar al bar.
-Ten cuidado, es de noche- me dijo.
-Mamá, ya no tengo diesiseis- contesté sonriendo.
Cerré la puerta y baje las escaleras con vivacidad, hasta que tropecé con el maldito escalón roto, caí sobre mi rodilla y me rodé por las escaleras para pegar en la puerta de la entrada.
El dolor era casi insoportable, en ese momento deseé desmayarme del dolor para no verme tan estúpido y darle un poco de intensidad a la situación. Pero la adrenalina que liberaba mi cuerpo en ese momento era tanta como para revivir a un elefante. El dolor se había calmado pero sabía que no había salido ileso esta vez. Subí cojeando hasta la habitación, el dolor aparecía cuando apoyaba la pierna así que casi tuve que brincar con miedo de que mi pierna se venciera y volviera a caer.
-¿Qué te paso?-preguntó al verme entrar y me sentó en la cama.
-Mamá, esta bien, ya no me duele- contesté.
-pero claro que te paso algo, vamos al hospital- me dijo y me llevo casi del cabello al carro.

-Tienes una rodilla rota- dijo el medico-, esto solo se puede curar con terapia y uno o dos días de reposo- agregó.
-Gracias- agregué levantándome torpemente de la capilla gracias a la asquerosa y resbaladiza férula que tenía en la pierna derecha.
Me senté en una silla de ruedas que estaba al lado de la camilla. Mi madre no estaba debido a que un médico la reconoció y ella le pidió trabajo, ella era doctora antes de su accidente, era agradable saber que inmediatamente después de su recuperación había regresado a la normalidad.
Unos momentos después recibí la llamada diaria y casi eterna de Sophia.
-Hola amor- dije sonriendo.
-Hola, ¿Cómo estás? - preguntó con el tono de voz que tanto me alegraba.
-Bien, me acabo de romper una rodilla- dije riendo.
-Que estupido- se carcajeó.
-No es gracioso- dije riendo todavía.
Llegó mi madre sonriendo así que supuse que le habían dado una buena noticia.
-Aquí está mi madre, luego te hablo- colgué el celular.
En ese momento me di cuenta de que nunca le hablé de mi madre.
-Conseguí el trabajo- me dijo.
-Una buena noticia-contesté y le di un abrazo como pude.

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