LXXXIV

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{POV; Violeta}

Ya habíamos llegado a la academia de nuevo, pero yo no paraba de llorar. No podía. Me ponía triste y me dolía tanto el hecho de que la semana que viene... una de nosotras...

Las lágrimas salían sin yo poder controlarlo, preocupando notoriamente a los demás.

-Venga, mi vida.- me dijo Martín, dejando un beso en mi frente.

-Sé muy bien lo que sientes.- habló Lucas.

No, no lo sabía. Él no sabía el peso que sentía sobre todo mi cuerpo, el dolor que cada vez apretaba más mi corazón, que lo estrujaba, intentando destrozarlo.
No sabía lo que sentía por el simple hecho de perderla.

Ni él ni nadie. Más que nada por que todos estaban sobre mí, apoyándome. Pero yo no quería que unos amigos me dijeran cosas bonitas o motivadoras, quería y necesitaba estar con ella, abrazada, llorando si es que queremos. Pero con Chiara.

La busqué, encontrándola enseguida en nuestra habitación y aproveché todo el tiempo antes de que Cris llegara.

{POV; Chiara}

Nada más llegar a la academia me metí al dormitorio, alejándome de todo y de todos, evitando esos discursos y las palabras de pena que siempre solían decir. A mí no me gustaba eso, no me gustaba sentirme el centro de atención por algo negativo y, si llegaba a sentir que algo así me estaba pasando, no podría parar de llorar.

Ahora, lo que menos quería era llorar. No podía demostrar toda mi debilidad por simplemente unas palabras que condicionaban mi destino. Sentía que no era justo.

Entonces, mientras estaba de pie en medio de la habitación, vi entrar a mi novia. Lentamente cerró la puerta y tras mirarme unos segundos, apagó la luz, dejándonos completamente a oscuras.

Yo no me moví, no sentía aquella necesidad pues con ella estaba protegida siempre. Y, al pasar unos segundos, sus manos acariciaron un poco mi cuerpo para después abrazarlo.

-¿Cómo estás?- pregunté, queriendo parecer una persona fuerte, pero no me salía muy bien.

-Mal.

No iba a reprocharle nada. Era totalmente normal y me alegraba que no me mintiera, al fin y al cabo yo me sentía igual.

-Muy mal... No dejo de pensar en que a los profesores no les he importado, ningún compañero ha puesto mi nombre en su cartel, en que ahora estamos tú y yo aquí... Nominadas...- hablaba, cada vez en un tono más y más bajo.

No la veía, pero oía como su voz se rompía y temblaba como nunca.

-Solo nos queda una semana juntas, Kiki.

-No digas eso.- hablé firme, queriéndome convencer a mí misma de lo que estaba a punto de decirle para tranquilizarla. -Sea quien sea la que salga el lunes, la otra no se rendirá, ¿Vale?

La separé un poco de mí para, entre la noche, poder distinguir aunque sea su cara y mirarla.

-Quien se quede lo dará todo de ella y, cuando vuelva a casa, la otra la estará esperando.

-Ojalá no tuviera que ser así.- suspiró.

-Ojalá...- repetí, limpiando sus lágrimas con mis pulgares. -Ven, vamos.

Estiré suavemente de su mano y ella se dejó llevar hasta la cama.
Ambas nos acostamos y agarramos nuestras manos, sintiendo el frío de la otra.

Nuestros cuerpos ya no tenían ese calor que siempre tenían, ninguno de los dos. Eso había desaparecido y ahora, cuando nos abrazábamos, el frío entre nosotras aumentaba. Pero preferíamos eso, aunque muriéramos congeladas, a tener que alejarnos la una de la otra.

Cada vez estaba más segura de que Salma tenía razón cuando me habló del amor como si fuera una droga, pues eso es.
El amor es una droga, la peor, un vicio. Tú no lo eliges, él te elige a ti y si te pone en situaciones tan difíciles... Estás jodido, no tienes nada que hacer.
Este sentimiento te hará cometer locuras y las justificará de la manera más absurda, pero, lo peor, es cuando lo entregas todo por esa persona y esa persona lo entrega todo por ti y al final... Nada, no hay nada.

-Si salgo yo te esperaré ¿Me prometes que tú también lo haras?- preguntó repentinamente.

-Lo prometo.

"TOGETHER"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora