PROBLEMAS CON PAPÁ

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Una botella de ron mal lanzada casi le roza la cabeza.

En cuanto pudo zafarse de su agarre, Harry salió de aquel camarote infernal corriendo tan rápido como sus pies le permitían. Pensó que Garfio le dejaría escapar fácilmente tan pronto como saliera de su habitación. Eso era lo que siempre pasaba. Al viejo, como Harry y sus hermanas le llamaban, no le gustaba correr. Por eso precisamente correr era la única escapatoria que sus hijos tenían a sus ataques.

Pero en cuanto el adolescente miró atrás, se horrorizó al ver a su padre persiguiéndole como un depredador que caza. Harry empujó a por lo menos la mitad de la tripulación a su paso con tal de conseguir que el monstruo de detrás no le pillara. Luego agarró uno de los cabos tan pronto como llegó a la borda y se lanzó hacia abajo con tanta fuerza que incluso le quemaron las palmas de las manos.

Él siguió su paso.

Justo cuando Harry ya pensaba que su padre le engancharía con su garfio, aterrizó. Aun así, Garfio ya estaba demasiado cerca. El joven casi tropieza al ponerse en pie tan rápido después de llegar a tierra. Por suerte, tenía buen equilibrio, algo de lo que Garfio ya no presumía gracias al abuso de ron.

Este fallo le dio ventaja al adolescente, aunque desgraciadamente no mucha. Pues su padre se recuperó rápido y casi volvía a pisarle los talones. Harry no se explicaba cómo el villano podía alcanzarle tan rápido si apenas salía de su montaña de ron. Fuera como fuera, esto era muy malo para él.

El chico sintió las venas temblar y la adrenalina invadiendo ahora su cuerpo. Era tanta la emoción del momento que incluso opacó el miedo que sentía. Porque si había algo a lo que el infame Harry Garfio temía, era a su propio padre. Le aterraba estar en una habitación a solas con él.

Harry perdió la cuenta del tiempo que llevaba corriendo.

No fue hasta que literalmente se derrumbó sobre sus pies que se dio cuenta. Se dio cuenta de que hacía ya tiempo que dejó de escuchar los pasos detrás de él, los insultos y gritos espantosos.

Hacía tiempo que Garfio se había cansado de seguirlo.

Harry intentó recobrar el aliento inhalando y exhalando violentas bocanadas de aire, lo que apenas instantes después le provocó una tos. Se sentía incluso mareado viendo las cosas a su alrededor borrosas. Aunque eso quizá era gracias a la sangre que ya había perdido.

Claro, estaba huyendo de su padre por una razón, ¿no?

Él se levantó la camiseta con su mano temblorosa, descubriendo su pecho cubierto de sangre. Empezó a maldecir cuando poco a poco volvió a sentir ese dolor intenso que la herida le provocaba. Había llegado hasta a dejar de sentirlo durante su más reciente persecución.

Cerró los ojos con fuerza, dejando que varias lágrimas bajaran por sus mejillas. Fue algo que tan solo lo hizo sentirse peor. Su padre les había grabado a fuego en la cabeza que jamás llorasen por nada, ya que era algo de débiles, de mierdas y de inservibles.

De vulnerables, lo que Harry más odia sentirse.

Por esto, limpió rápidamente las lágrimas frescas de su rostro antes de que alguien pudiera verle en una posición débil. Luego se insultó a sí mismo con palabra similares a las que Garfio alguna vez le llamó y se culpó por permitirse hacer tal gesto de debilidad.

Con la cantidad de sangre que estaba perdiendo, el chico sabía que si no hacía nada al respecto no duraría mucho tiempo más estando consciente. Así que, pese a no poder sentir sus piernas, se levantó como pudo y con todas sus fuerzas consiguió llegar hasta la playa.

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