Casi tiró la puerta de su habitación abajo.
Dejó unos gritos inentendibles atrás de un viejo borracho que le aterrorizaba, luego rompió en llanto en cuanto la puerta estuvo cerrada y nadie más estaba mirando. Había vivido esta misma escena tantas veces en su vida que ya sabía lo que haría después. Pasaba como una película de miedo en su cabeza.
Pero era casi su pan de cada día.
A pesar del jaleo que había fuera, Harry no salió a averiguar qué pasaba. El único lugar en el que estaría "seguro" era su cuarto, y acababa de dejar atrás al hombre que le violentó. No iba a salir por nada del mundo.
El joven prácticamente se arrancó la camiseta al no poder soportar ni un instante más el ardor en el torso. En el espejo de pie que tenía en su cuarto puedo ver nuevos moretones sobre viejos moretones que ni siquiera habían sanado aún. Su padre no le daba un respiro de más de cuatro días. Era raro que no sufriera algún ataque suyo después de ese periodo de tiempo.
De la pequeña nevera que se consiguió en el puesto de Jafar, sacó algunos hielos que guardaba para enfriar bebidas. Ya que lo que más cerca tenía en ese momento eran sus vendas, las usó para formar una almohada con los hielos. Así pudo ponerlos sobre cada hematoma durante veinte minutos.
Pasó casi una hora.
Después de que terminara de bajar la inflamación de sus heridas, Harry colocó los hielos en su sitio de nuevo. Ni siquiera intentó ponerse la camiseta, sabía que le quemaría como infierno. Estaba tan acostumbrado a sufrir el dolor de un moretón que sabía perfectamente cómo curarlos, cuánto tiempo tardaban en desaparecer, lo que aumentaría el dolor...
Justo cuando se iba a tumbar en su cama y posiblemente llorar hasta dormir, alguien irrumpió en su cuarto.
Él se dio la vuelta rápidamente, con el corazón en la garganta por miedo a que pudiera ser su padre. En cuanto vio a Uma, su mirada se suavizó. Ella le miró de arriba abajo, viendo cada una de las heridas que su padre le había causado y el dolor detrás de ellas.
—Harry... —Fue lo único que Uma suspiró mientras se acercaba a él.
Harry fue directamente a abrazarla mientras algunas lágrimas caían de sus ojos. Un dolor sordo le obligó a retroceder solo al segundo después de que sus cuerpos se tocaran. Claro, aún le ardían los moretones.
—Lo siento... —Murmuró cuando se dio cuenta de lo que pasaba y el por qué no podía abrazarlo.
—¿Qué haces aquí? —le preguntó. La mirada adolorida y sus ojos rojos de tanto llorar destrozaron su corazón.
—Tu hermana me avisó de lo que él te hizo y vine en cuanto pude —le explicó, poniendo sus manos en los hombros de Harry cuidadosamente—. Vengo a sacarte de aquí.
Unos gritos desde fuera interrumpieron a los adolescentes. Los ojos de Harry se volvieron pánico puro en cuanto distinguió la voz de su padre lanzándole insultos, acercándose cada vez más.
Sin decir nada, el pirata agarró rápidamente a su bruja del mar, abrió las puertas de su armario y las cerró después de que ambos estuvieran dentro.
De que estuvieran escondidos.
La primera vez que Harry tuvo que esconderse de su padre en el armario fue cuando tenía solo nueve años. Desde entonces suele refugiarse allí cuando Garfio vuelve a su cuarto con la esperanza de hacerle sufrir un poco más.
Por un pequeño boquete, Uma pudo ver a un furioso y ebrio Capitán Garfio entrando a la habitación. Tenía la mano de Harry puesta sobre su boca y hasta contuvo la respiración. Un solo ruido y los dos estaban muertos. Ella le volvió la mirada a Harry y vio el terror puro en sus ojos azules. Él estaba traumatizado. Le aterraba la idea de su padre.
El escondite funcionó como todas las otras veces cuando Garfio, tras soltar un bufido, salió de la habitación. Entonces Harry apartó la mano de la boca de su chica y ella liberó un suspiro aliviado.
En cuanto abrieron las puertas del armario, pudieron volver a respirar.
—No creo que pueda seguir soportando una sola noche más así. No puedo soportarlo más —sollozó Harry con la voz temblorosa.
Un beso.
Todo lo que necesitó fue un beso de Uma e instantáneamente sintió ese miedo desvanecerse con lentitud. Ella se quedó cerca al apartarse.
—Por eso estoy aquí. Voy a liberarte de esta condena injusta. A liberarnos —le aseguró.
Harry frunció el ceño.
—¿A qué te refieres?
—Quiero decir, a veces parece que tu casa y la mía están encantadas. Nuestros padres están siempre enfadados, creo que eso debe de ser por qué —una suave sonrisa se deslizó por los labios de la chica—. Ni tú ni yo podemos aguantar una paliza más. Por eso creo que deberías venir a vivir conmigo...
Los ojos del chico se iluminaron y un atisbo de sonrisa se asomó por sus labios.
—¿Dónde? —preguntó, deslizando sus manos a las caderas de Uma.
—He visto que un tipo está vendiendo una casa. No es muy grande, pero sería nuestra casa. No más normas, ni más dolor —conforme ella iba hablando, la sonrisa por fin se iba formando en los labios del chico—. No tendrías que llorar más ni esconderte de él en el armario. Seríamos solo tú y yo.
—Y no tendrías que contener gritos... —La sonrisa inocente de Harry se tornó en una mucho más descarada cuando hizo referencia a aquellas noches en las que se quedaba sin aliento.
Uma se rio un poco.
—No, no tendría que hacerlo —le contestó con una sonrisa de suficiencia—. Entonces, ¿es un sí?
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Un delicioso olor a café recién hecho (y en buen estado) le despertó.
Lentamente abrió los ojos. La casa en la que vivían era tan pequeña que incluso desde la cama podía ver a Uma en la cocina. Sin querer levantarse todavía, dio una vuelta más en el colchón y enterró su rostro bajo las mantas. Las sábanas olían a ella.
Olían a ellos.
A Harry le encantaba ese olor tan auténtico que dejaban impregnado tras una larga noche. Cerró los ojos y extendió el brazo hacia el lado de Uma en la cama, aún siendo muy consciente que ella no estaba ahí.
Tras un resoplido, salió de debajo de las sábanas.
A su propio ritmo, se sentó en la cama, poco a poco despertándose por completo. Tras pasarse la mano por el pelo, bajó la mirada a su propio torso desnudo. Era tan inusual no ver ni un solo moretón o herida en su piel que a veces ni siquiera se lo creía.
Había pasado un mes desde que se mudó con Uma. Tal y como ella prometió, el dolor desapareció. Estaba viviendo las mejores semanas de su vida junto a ella, sin el terror de sus padres acechándolos. Que el rostro de Uma fuera lo primera que él viera al despertar y lo último antes de dormir era una bendición para Harry.
Avanzó en silencio por la habitación hasta que llegó a Uma, quien estaba de espaldas. La agarró por sorpresa de las caderas y dejó un beso cálido en su cuello.
—Buenos días... —Le susurró al oído antes de besar su mejilla. Ella finalmente se dio la vuelta, encontrando directamente sus labios.
—Creí que no te levantarías nunca —Uma se burló de él con una sonrisa.
—Y no lo habría hecho si te hubieras quedado conmigo en la cama, cariño.
(Sé que esto podría haber quedado mejor, pero era lo único que se me ocurría y quería traeros algo. Últimamente no tengo demasiada inspiración y me está costando escribir algo suficientemente bueno. De todos modos, intentaré traeros un nuevo fanfiction que estoy escribiendo sobre Huma cuando antes)