Se despertó de golpe en la cama.
Uma se tomó algunos segundos, para poder dejar atrás el mal sueño y readaptarse a la realidad. Palpó la bandeja que tenía junto a su colchón en el suelo del camarote, donde estaba la vela, ya apagada. Con el mechero encendió la llama de nuevo, y una vez hubo luz, se levantó. Luego hizo lo que ya se había convertido en una rutina; pasearse por la habitación con la mano en el pecho, sentir cómo sus latidos aumentan y cómo le cuesta respirar, y luego iría al baño y tomaría algo de esa baba de troll que la hacía dormir.
Ella casi nunca había tenido pesadillas nocturnas. Siempre fue alguien quien no temía ni temblaba ante nada, aunque no por ello dormía bien, ya que siempre se veía en la necesidad de estar alerta. Pero los últimos meses, justo después de que Mal y su pandilla abandonaran la Isla para irse a Áuradon, no dormía nada.
Como si reviviera el trauma, cada noche soñaba con aquel día maldito en que fue humillada y marcada de por vida por algo que, en el fondo, sabía que la gente no había olvidado. A veces era un poco diferente con lo que pasó en la realidad, pero siempre se resumía en lo mismo; Mal destruyéndola.
Aunque no se lo había dicho a nadie, su primer oficial ya sospechaba algo. A cada día que pasaba, Harry la veía más cansada. Había algunos días que incluso parecía que no había dormido nada. Pero él siempre se ponía sus propias excusas para no preocuparse tanto, porque sabía que su madre la tenía explotada y que ella siempre buscaba la forma de escapar.
Hasta que llegó la noche en que su fachada cayó.
~
Cuando se despertó, jadeante, aún escuchaba la voz de ella en su cabeza gritándole y riéndose.
Le picaban los ojos, pero nunca se dejaría a sí misma llorar por Mal una vez más. Con cuidado, se puso de pie y prendió un candelabro del escritorio. Los vientos de fuera azotaban la puerta vieja y amenazaban con abrirla. Dio pasos de un extremo a otro y se agarró el collar de su madre con tanta fuerza que pensó que lo rompería en mil piezas otra vez.
Por un momento incluso tuvo que agarrarse a la mesa, porque perdió el equilibrio de lo mucho que le temblaban las piernas, que ahora le parecían tan frágiles.
—Sal de mi cabeza... —Susurró para sí, pellizcándose el puente de la nariz con los ojos bien cerrados.
Uma escuchaba el latido de su propio corazón, como si se le fuera a salir del pecho. Cada vez le costaba más y más respirar, hasta que llegó a un punto en que fue demasiado. Fue al baño improvisado que tenía y sacó el bote que le dio el troll con brusquedad, desesperada por frenarlo.
Todo empeoró cuando se dio cuenta de que ya no quedaba nada.
Con rabia tiró el tarro, pero ni siquiera eso la hizo sentir mejor. Todo había ido muy rápido, así que seguía igual de nerviosa que cuando despertó, si no es que más. En un intento pésimo de tranquilizarse, salió a tomar el aire. Aunque se podría decir que el aire la tomó a ella, ya que casi salió volando.
Al menos no estaba lloviendo.
Como pudo, avanzó por la cubierta de su propio barco. Quiso llegar hasta la borda, pero el viento la arrastró y tan solo se aferró a uno de los mástiles. Justo cuando estaba a punto de soltar alguna que otra lágrima, escuchó un estruendo desde el otro extremo del barco. Era la puerta del camarote de Harry, que se había abierto de un golpe.
Tan solo unos instantes después le vio a él, saliendo medio dormido para volver a cerrarla. Pero Harry, pese a estar cansado, la vio. Se quedó unos momentos mirándola, intentando reconocer quién era.