Harry se despertó de madrugada.
Él palpó a su lado en la cama, buscando a su novia. Cuando no tocó más que colchón, se giró y abrió los ojos vagamente.
—¿Uma? —murmuró, levantando la cabeza de la almohada al no verla por ningún lado de la habitación.
—Estoy aquí —ella le llamó desde la pequeña isla de la cocina. La chica estaba allí comiendo una manzana visualmente deliciosa sin hacer nada más—. Me desperté hace poco y tenía hambre.
Harry no respondió, en su lugar se levantó de la cama y se quedó mirando por el gran ventanal de su cuarto que daba al exterior de Áuradon. Las vistas contactaban con el mar a organización de Ben. La realidad era que las aguas tan cristalinas, mágicas y atractivas de Áuradon no tenían ni punto de comparación con las mareas completamente oscuras y sucias de la Isla.
Era otro de los grandes beneficios de Áuradon: las preciosas vistas.
El pirata se quedó mirando a su capitana, apoyado en la pared. Conforme más la miraba, más calor tenía. Al final iba a ser verdad que todo el que la miraba se quemaba...
Ella tenía una cómoda camiseta aguamarina de tirantes, el pelo en una coleta baja con algunas de sus trenzas salidas del recogido y unos pantalones cortos negros. Incluso aunque la chica vestía su pijama, Harry todavía la encontró sexy.
La miró de arriba abajo un par de veces mientras descaradamente se mojaba los labios con la lengua, aunque Uma estaba demasiado ocupada saciando su hambre con aquella fruta como par darse cuenta de lo mucho que su novio la estaba deseando ahora. Él volvió a la cama y se sentó.
Cuando la chica terminó de comerse la manzana, volvió con su novio solo para descubrir que este se había quitado la camiseta. Ella le sonrió y frunció el ceño a la vez, notando que su primer oficial estaba actuando un poco raro.
—¿Qué pasa? —preguntó Uma, sonriendo.
—¿Qué?
—No dejas de mirarme como si no me hubieras visto nunca antes. Y tu camiseta, ¿por qué te la has quitado tan repentinamente?
Harry se apoyó en sus codos.
—Porque tengo... calor —contestó mientras desviaba la mirada.
Uma no tardó en entenderle y abrió mucho los ojos, soltando una risa ahogada. Al notar esto, el pirata la miró de nuevo.
—¿Qué? Creo que incluso tengo fiebre —se excusó. En secreto luchaba internamente por no sonreír al escuchar a Uma reírse.
—¿Fiebre?
Él asintió y se quedó mirándola aparentando una seriedad cómica para su novia.
—Compruébalo —la retó—. Toca mi frente.
Uma le sonrió de una manera más relajada, pero al final se resignó. Ella se sentó encima suya y puso suavemente su mano donde el chico le indicó. También notó cómo Harry seguía mirándola con tanta intensidad.
—¿Ves? Está caliente... —Musitó. La bruja del mar no notó nada fuera de lo normal, su temperatura estaba bien. Por eso le quedó más claro que tan solo había sido una excusa suya.
—Tranquilo, vivirás —se burló de él con media sonrisa.
Ella notó las manos cálidas de su novio viajar por sus muslos hasta que subieron por dentro de su camiseta, enviándole escalofríos. Él le apretó los costados mientras se iba acercando más. Al hacer esto, ambos sonrieron, lo que delató por completo al atrevido pirata.
—¿Tienes fiebre... o un calentón de madrugada? —le preguntó Uma, dejándose llevar por él cada vez más cerca de sus labios.
—Llámalo como quieras, amor. En mi defensa, tengo una novia jodidamente sexy que me seduce cada vez.
Harry por fin la besó, saciando una pequeña parte de esa lujuria tan descontrolada. Uma se dejó llevar y permitió que su novio le quitara la camiseta de una buena vez. Las manos de su primer oficial ahora se deslizaron por su cuerpo sin vacilar ni por un momento. Esto le dio a Uma escalofríos y la hizo sonreír durante su beso.
A ella le encantaba que Harry la tocara como si fuera enteramente suya y de nadie más. Sabía que no encontraría a nadie más que la tocara como él lo hacía.
—No estoy segura de quién seduce a quién...
Él sonrió. Luego movió una de sus manos al lateral del cuello de su novia y la empujó contra sus labios una vez más.
—Uma, cariño, puedes dejar de fingir. Tú y yo sabemos que esto te encanta.
Harry agarró la manta y los cubrió a ambos con ella. Luego Uma se quitó los pantalones, así que él hizo lo mismo. El chico la tumbó y con audacia se puso encima de su novia antes de empezar a descender a mordiscos por su cuerpo del Olimpo.
—Malnacido... —murmuró con una sonrisa cuando Harry le mordió el cuello como a ella tanto le gustaba.
—Te tendré maldiciendo mi nombre toda la noche, amor —le susurró al oído a través de una sonrisa.
Y así fue.
Uma recitó el diccionario de todas las maldiciones que se sabía mientras su novio hacía su trabajo.