(Fluffy Huma es algo que podría leer todos los días sin cansarme)
El suave canto alegre de los pájaros le despertó.
Harry se encontraba en la calma absoluta. Había conseguido su postura cómoda en la cama, sentía el calor que irradiaba Uma a su lado. Una brisa fresca de mañana hacía que las cortinas se agitaran y algunos mechones se le movieran.
Una mañana de sábado en Áuradon.
Si eso no era el cielo, era algo muy parecido.
Él se giró hacia Uma, con una sonrisa estúpidamente dulce puesta en la cara. Con suavidad puso su brazo sobre la cintura de ella y la atrajo hacia él. Uma fácilmente cruzó sus brazos en la nuca de Harry y puso una pierna encima suya, algo que al pirata no le molestaba en absoluto.
Posó un beso tan suave en su frente que casi pasa por una casualidad. Harry no trató de despertarla y, en su lugar, cerró los ojos de nuevo. Era sábado, no tenían que asistir a clases. Así podrían quedarse en la cama cuanto quisiera.
Cuando el chico creyó que iba a dormirse otra vez, una alarma un tanto estridente sobresaltó a la pareja. Uma gruñó con molestia, escondiéndose bajo las sábanas. A su vez, Harry frunció el ceño y se acercó vagamente a la mesita de noche, donde un reloj digital los despertaba.
A Harry le llamó la atención que salieran corazones de plástica por la parte superior. Nunca aparecía ninguna decoración, tan solo sonaba. ¿Por qué ese día era diferente?
El pirata se quedó a escuchar lo que decía aquella alarma, y lo que más le llamó la atención fue la mención de "San Valentín".
—Apaga eso —una Uma adormilada murmuró, aún debajo de las sábanas.
Harry hizo caso.
—¿Qué es San Valentín? —le preguntó mientras se acostaba otra vez. Le hizo gracia luego escuchar a Uma balbucear algo inentendible, abrazándolo de nuevo. Así que Harry no prestó importancia a lo que fuera ese extraño término, seguramente inventado por los de Áuradon.
Fuera lo que fuese, ya lo sabría más tarde.
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Algunas horas pasaron.
Ambos lograron tener un tiempo más de sueño después de aquella interrupción. Cuando la pereza y los besos de recién despertados se les quitaron, se levantaron por fin. Se vistieron con ropa adecuada a sus estilos en la Isla, porque en realidad no les importaba nada que allí la gente vistiera en camisas con tirantes ridículos o vestidos rosas pomposos.
Ellos eran de la Isla.
Era algo que jamás podrían arrancarles de su esencia.
Dejaron las habitaciones y cruzaron los pasillos llenos de adolescentes, como siempre. Pero esta vez, vieron múltiples corazones en todas partes. La ropa de casi todo el mundo se resumía en tonos rosa pastel, rosa chillón o rojo chillón; en algunas ocasiones blanco. Y la mayoría de estas prendas tenían decoraciones con corazones.
—¿Es el día mundial de la cursilería? —Uma preguntó al aire.
—Algo parecido —uno de los estudiantes le dijo cuando pasó a su lado con unos globos en forma de... oh, corazones...
Finalmente salieron del edificio y, tras recoger el desayuno, fueron al patio al aire libre con mesas de picnic, donde todos estaban ahora. A ambos les llamó la atención ver una mesa bajo un gran árbol, a reventar de globos rojos, rosas y blancos y otros regalos aún ocultos.