Había sido una noche muy larga.
Uma y Harry estaban tendidos bocarriba, respirando fuertes bocanadas de aire. Tenían la sábana puesta por los hombros y varias gotas de sudor caían por sus pechos. Los adolescentes habían pasado toda la noche jugando hasta que el sol empezó a salir de nuevo.
—Ya está amaneciendo —notó Uma cuando un poco de luz empezó a entrar en su camarote—. Tengo que ir al restaurante, tengo turno allí.
—Pero si ni siquiera hemos dormido —se quejó Harry a su lado. Él la agarró de la cintura y la arrastró más cerca—. Quédate un poco más, cariño. Esos muertos de hambre pueden esperar.
Uma pensaba replicar, pero Harry no la dejó porque presionó sus labios contra los de ella por incontable vez en la madrugada. Ella se rindió por unos momentos y puso una mano en la nuca del chico.
—Tal vez ellos sí, pero mi madre no —la bruja marina le empujó suavemente y se reincorporó un poco en la cama—. Si se da cuenta de que no estoy allí me matará.
—No lo hará —él le dio otro beso.
—¿Tan seguro estás? —ella se rio.
—No va a pasar nada porque llegues un poco más tarde hoy. Además, Úrsula ni siquiera estará despierta todavía —la convenció—. No tienes excusa para no quedarte conmigo.
Harry se inclinó y, sin dejarla responder, la siguió besando. Ella pensó que tenía razón. Su madre nunca estaba despierta antes de las once. Pero, aun así, el resto de empleados podría decírselo a su jefa una vez se levantara.
Sus pensamientos se disiparon cuando Harry le mordió sutilmente el cuello, como si no hubiera ya suficientes chupetones por su cuerpo.
—Parece que alguien todavía quiere más —ella pudo sentir la sonrisa de su novio contra su piel. Él levantó la cabeza y la miró.
—Lo de esta noche estuvo bien. Pero quiero que te quedes para poder dormir todo lo que no dormimos anoche —se explicó.
—Yo también quiero quedarme —ella le pasó una mano por el pelo—. Pero tengo que trabajar. Las demás camareras se darán cuenta de que no estoy y darán la voz. No puedo...
De nuevo, fue callada por un beso.
—Fácil, mataré a esas zorras si se atreven a decir una palabra —concluyó.
—Eso es un poco extremo, ¿no? —Uma se rio.
Harry, en lugar de responder, la llenó de besos suaves y cariñosos. Cada vez que ella intentaba bajar de la cama, él siempre conseguía persuadirla para quedarse. Así hasta que ambos se encontraron riéndose entre besos.
—Déjame salir —le pidió la bruja marina, riéndose.
Harry suspiró con una sonrisa y se dio por vencido al apartarse, rompiendo el agarre que le tenía hecho a su chica. Mientras él tan solo se quedó ahí en la cama, Uma se duchó y se vistió, lista para ir a su turno. Ella le dio una rápida mirada al chico durmiente y abrió la puerta. Al escuchar esto, el pirata le reclamó.
—¿No vas a darme ni un último beso antes de irte?
Él abrió los ojos y la miró expectante. Uma resopló con una sonrisa y se agachó a su lado, dándole ese beso que le había pedido.
—Te quiero —susurró con voz ronca justo después. Cuando Harry volvió a cerrar los ojos, Uma le dio un beso más en los labios.
—Descansa.
~ "One last kiss, I love you like an alcoholic. One last kiss, I love you like a statuette. One last kiss, I need you like I need a broken leg." ~
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Uma llevaba ya varias horas en el restaurante.
Habrían pasado unas cinco horas desde que dejó a Harry dormido en el camarote. Y no fue hasta las once de la mañana que la gente empezó a llegar, lo que le dio mucho coraje ya que podría haberse quedado felizmente dormida en los brazos de su chico en lugar de estar aquí. Úrsula la había puesto a limpiar para matar el tiempo mientras los clientes llegaban ese día. A decir verdad, estaba bastante cansada. Pasarse la noche entera despierta con Harry devorándola a besos le había pasado factura. Aunque se sentía satisfecha, así que valió la pena para ella.
Gil fue el primero de su tripulación en aparecer por allí. Como el restaurante no estaba muy lleno aún, Uma tuvo tiempo para quedarse a charlar con su amigo.
—Estás diferente hoy —notó el rubio no mucho después de que ella se acercara.
—¿Diferente?
—Normalmente llevas ropa de color aguamarina o morada. Y ahora llevas puesta una camiseta roja. ¡Tú nunca te vistes de rojo! —él le sonrió, divertido.
—Ya... —Uma sonrió para sí misma al recordar quién era el dueño al que le había robado la camiseta—. Pertenece a alguien especial.
Gil frunció el ceño mientras una sonrisa inusualmente astuta se extendía por sus labios. Él se llevó una mano a la boca cuando ató hilos y recordó a su amigo llevando esa misma camiseta el día anterior.
—¿Es de Harry? —preguntó con picardía—. Espera, lo comprobaré.
El rubio levantó el cuello de la camiseta un poco, encontrándose con las iniciales "H.G.". Él sabía que casi todas las cosas de Harry llevaban sus iniciales en alguna parte.
—Sabía que vosotros dos eráis algo más. Nunca mantenéis el espacio personal y he visto cómo le miras.
—¿Tanto se nota? —el chico asintió. Luego Uma le dio una palmada en el hombro—. No se lo digas a nadie.
Hizo un gesto de silencio en sus labios mientras no podía evitar sonreír por su descubrimiento. Por supuesto que nunca diría nada. No contaría por ahí los secretos de sus mejores amigos. Pero, por alguna razón, estaba ilusionado de que estuvieran saliendo. Siempre les pareció una gran pareja.
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Dos horas más pasaron.
Uma miró el reloj de la cocina y maldijo a su novio por lo bajo. Él todavía no había aparecido, lo que significaba que aún estaba durmiendo tan plácidamente en SU cama. Harry podría dormir sus horas correspondientes después de una larga noche mientras que Uma se mantenía despierta a base de cafés.
Injusto, por decir lo menos.
Ella se cargó con dos platos y salió de la cocina. Se dirigió a las mesas a las que correspondían los pedidos y, cuando levantó la mirada, vio de entrar a cierto pirata vestido con una camiseta blanca y una chaqueta de cuero roja desgastada. Él le devolvió la mirada y una sonrisa ladeada apareció progresivamente en su rostro.
Uma fue de vuelta a la cocina y, no mucho tiempo después, salió con el plato que Harry siempre pedía. Ella se lo tiró como siempre hacía e intentó volver a por más platos, pero él la agarró de la camiseta.
—Ladrona —la acusó en voz baja, señalando a su camiseta. Esto hizo que Uma sonriera un poco.
—Por favor, tú y yo sabemos que a mí me queda mucho mejor —después de decirle eso, volvió a la cocina como sin nada.
Dejó a Harry allí mirándola, casi impresionado. Él la siguió con la mirada cuando volvió a salir.
El joven pirata se quedó pensando en qué habría hecho esa bruja marina en él para que la quisiera tanto como un puto alcohólico quiere a su bebida.