Uma, Harry y sus piratas estaban frente a la limusina negra.
Habían roto el hechizo de Audrey, y ahora requerían de la ayuda de Hades para despertarla. Después de que Uma tomara la decisión de quedarse en la Isla, sus fieles piratas fueron detrás. Áuradon estaba muy bien, pero en el fondo jamás lo elegirían sobre la Isla.
—Dale esta carta a Hades cuando llegues —Mal le entregó a Uma un pergamino dorado, escrito de su propia mano—. Algunos guardias irán contigo.
La bruja marina asintió y se guardó la carta en los bolsillos de su chaqueta. Mal no se apartó y, en su lugar, sonrió.
—Y muchas gracias por ayudarnos.
Una suave sonrisa apareció en los labios de Uma.
—Tu reino feliz no merecía dormir para siempre —ella se encogió de hombros.
Mal asintió y finalmente se apartó, dejando que Uma subiera a la limusina. Aunque no sin que Ben se despidiera y la agradeciera antes. Cuando todo el grupo de Mal volvió al castillo para revisar el estado durmiente de Audrey, Uma y sus piratas se vieron rodeados por algunos guardias que los esperaban para irse.
Gil fue extrañamente el primero en entrar, aunque es probable que fuera por los dulces que había en la limusina. Luego Uma se detuvo en seco antes de entrar y se dio la vuelta.
—¿Seguro que quieres venir conmigo? —le preguntó a Harry. No quería arrastrar de él solo porque era su capitana.
El chico sonrió con suavidad y avanzó un paso hacia ella.
—Te seguiría hasta el infierno —afirmó—. No he pasado cuatro meses sin verte para dejarte ir de nuevo.
Uma no fue capaz de ocultar la sonrisa.
—Entonces volvamos a casa.
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Cruzar la barrera fue como un cubo de agua fría sobre la cabeza.
El aire limpio se esfumó, el ambiente estaba cargado en comparación con fuera y se respiraba mal rollo. Pero los tres amigos se sintieron más cómodos allí que en cualquier otro sitio.
Los primeros en verlos se quedaron mirando desde la distancia, temiendo acercarse demasiado. La reina de la Isla estaba de vuelta, era algo que iba de boca en boca. Honestamente, la Isla de los Perdidos no había sido lo mismo en el tiempo en que ella no estuvo.
Uma cumplió con el favor que le pidió Mal y le mandó la carta a su padre. Hades accedió al ver la carta escrita de su hija, y en parte también porque no le dejaron otra opción. Después de haber estado en su barco otra vez, volvió al restaurante y se colgó ese delantal sucio para empezar a atender a los clientes.
Y todo volvió a la normalidad.
Pasó una semana desde que volvieron a la Isla. La rutina ya los perseguía otra vez y todo volvió a ser como antes, como si Uma nunca hubiera salido de la Isla en primer lugar.
Una noche, poco antes de que amaneciera, ella se despertó. Estaba acostumbrada a su insomnio, pero esta vez, en lugar de quedarse dando vueltas en la cama, se vistió y salió del barco con destino a la playa.
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