DAME LEALTAD Y TE TRATARÉ COMO REALEZA

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Era con diferencia la peor semana en la vida de Uma.

Hacía tan solo un día había sido traicionada por la que solía ser su mejor amiga. Desde que Uma tenía memoria, había estado junto a Mal. Después de diez años siendo el dúo al que los demás temían, siendo las más malvadas y formando un equipo de miedo, ella va y la apuñala por la espalda. Y lo peor, es que ahora la bruja del mar estaba completamente sola.

Mal tenía a mucha gente de su lado. Mal tenía a Evie, de quien Uma siempre renegó. Mal lo tenía a todo y a todos. ¿Y qué tenía Uma ahora? Absolutamente nada. Toda la dignidad y respeto que la joven se había ganado fueron arrebatados por la traidora del pelo morado.

La gente la insultaba y la llamaban Gambita constantemente, fuera a donde fuera. Era el destino que su ex mejor amiga le había dado. Jamás poder escapar de esa suerte, de ese mote. De ese olor...

Uma estaba destrozada. Destrozada por la pérdida de la única persona en quien ella creía podía confiar. La joven no era capaz de alzar la cabeza y retar a nadie que se atreviera a insultarla. No podía mirar a nadie a los ojos, ni siquiera quería salir de su cuarto. Mas si no lo hacía, su madre la maltrataría. No tenía escapatoria.

Los pasillos de Serpent Prep estaban llenos.

Eso era algo bueno, ya que quizá con suerte ella pasaría desapercibida entre la multitud y no se vería ridiculizada por nadie.

Eso pensó hasta que alguien le quitó la capucha que le cubría el pelo.

—¿Qué pasa? ¿Ya ni saludas, Gambita? —Mal sonreía de la misma forma que su madre hacía cuando estaba a punto de cometer algo malvado—. Da gracia cómo ahora te cubres el pelo. No te servirá de nada. ¡Tu apestoso aroma a gambas lo perciben hasta los duendes!

Los duendes.

Unos seres que no eran capaces de oler nada.

Toda la multitud se rio y Uma sentía cada vez más presión en el pecho. Pero no iba a dejar ver que tenía miedo de lo que Mal pudiera hacerle. No esta vez.

—Métete en tus propios asuntos, Mal-Bertha. Deberías cuidar lo que dices, o yo...

Uma no pudo terminar su amenaza.

—¿O qué? ¿Qué pretendes hacerme? ¿Me apestarás con tu olor a gambas? —volvió a reírse. En cuanto la chica de trenzas sintió un ardor en los ojos, supo que era momento de irse. Y eso hizo. Pero, por supuesto, Mal no la dejó—. ¿Adónde crees que vas? No he terminado contigo, Gambita.

La chica de pelo morado la agarró bruscamente de la maleta y tiró de ella hacia atrás. Un poco por instinto, Uma le dio una patada en el estómago a su enemiga. Se sintió bien por ello, hasta que vio las miradas del resto de personas y supo que estaba en un gran problema. Sobre todo cuando los ojos de Mal empezaron a brillar verdes.

—Estás muerta —gruñó la hija de Maléfica. Uma no se lo pensó más y, puesto que ya no le quedaba dignidad, salió corriendo de ella.

Huyó.

Algo que ella misma siempre se prometió no hacer.

Corrió hasta que llegó al único sitio del instituto en el que se sentía segura. Un sitio que ella misma encontró en su día, que estaba segura de que nadie sabía de su existencia, puesto que estaba escondido. Uma se sentó en el suelo e inevitablemente rompió a llorar una vez supo que nadie la oía ni la veía en ese estado de vulnerabilidad.

HUMA ONESHOTSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora